Hoy es Día del Niño.
Recomiendo escuchar la música de María Elena Walsh (1930-2011), la máxima compositora de música para niños. Disfruten, por ejemplo, el disco titulado El legado, álbum doble que contiene Twist del mono liso, Canción de tomar el té, Canción de bañar la Luna, Chacarera de los gatos, El reino del revés y la hermosa Canción del jacarandá:
Al este y al oeste llueve y lloverá una flor y otra flor celeste del jacarandá
También, escuchemos los discos de Los Hermanos Rincón.
Y los álbumes de Luis María Pescetti.
Y esa hermosa suite para piano que escribió Claude Debussy para su hija de tres años, Claude Emma, llamada cariñosamente Chou Chou, y que es música que retrata el universo de los juguetes, los juegos y las lecciones para piano para niños.
Lecciones para piano para niños. Eso nos permite observar la infancia de tres compositores niños: Johann Sebastian Bach, Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven.
El niño Johann Sebastian Bach inventó el juego de las improvisaciones, pilar de todos los métodos, técnicas e imaginerías propias del oficio de compositor que ejercitarían en el futuro los niños Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven.
Johann Sebastian quedó huérfano de padre y madre a los 10 años. Fue el último de los ocho hijos de Elisabeth Lämmerhirt y Ambrosius Bach, quien le transmitió el oficio de músico tal como ocurrió de generación en generación.
Los primos de Ambrosius Bach, Johann Christoph y Johann Michael, fueron figuras notables de la familia musical turingia de los Bach.
Ambrosius Bach sembró en su hijo la semilla de la autosuficiencia y la autonomía, de manera que Johann Sebastian Bach es el músico autodidacta por antonomasia.
Aprendió leyendo y practicando partituras de los grandes maestros de Europa y, niño encantador como era, se hizo amigo de algunos de ellos, sobre todo de los organistas.
Caminó 400 kilómetros para conocer al más grande compositor antes de él: Dietrich Buxtehude.
También aprendió de sus paisanos Johann Pachelbel y de Johann Jakob Froberger y de los gigantes franceses Jean Baptiste Lully, Louis Marchand y Marin Marais.
El niño Johann Sebastian Bach nació el mismo año que Georg Friedrich Händel y Domenico Scarlatti.
La improvisación musical, que fundó Bach, es el disfrute de la conquista de dificultades.
Eso distingue a los niños compositores Johann Sebastian Bach, Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven: vencieron a la adversidad.
El niño Ludwig van Beethoven jugaba en su piano improvisando a partir de El clave bien temperado, composición elaborada con improvisaciones por Johann Sebastian Bach.
Tiene la palabra Jan Swafford, el más fidedigno biógrafo de Beethoven:
“Cuando un niño es educado en una disciplina tan difícil como la música, el proyecto y el primer impulso proceden generalmente del padre. Es sólo una cuestión de método. Johann van Beethoven conocía un método para mantener a su hijo a raya, y era mediante gritos, amenazas, palizas, o encerrando en el sótano al pequeño granuja. Los hijos de Fischer recordaban a un niño sentado en una banca demasiado baja para llegar bien al teclado, llorando al tocar mientras su padre, a sus espaldas, se inclinaba sobre él.”
El niño Ludwig van Beethoven se divertía en secreto escribiendo música, a pesar de los golpes que le propinaba su padre. A los cinco y seis años de edad dominaba el clavier, el violín y la viola.
Su padre se convirtió en un astuto promotor de la embrionaria carrera como solista del niño Ludwig. Muy pronto Johann consiguió que su hijo tocara en la corte, y se ocupó de que todo el mundillo musical de Bonn conociera su existencia. En 1778 realizó un intento para presentar a Ludwig como un rentable niño prodigio.
Su inspiración era Wolfgang Amadeus Mozart. El padre de Ludwig quería ser otro Leopold Mozart.
Jan Swafford:
“Ludwig tenía entonces siete años. Johann lo presentaba como un año más joven para reforzar el aura de prodigio, y quizá para recordar a los lectores el ejemplo de Mozart, que tenía seis años cuando alcanzó la fama. Ludwig, una pequeña figura sentada al teclado con aire confiado, representaba probablemente la edad anunciada. No se han conservado datos sobre si Ludwig tocó el clavicémbalo o el pianoforte en aquel concierto, ni sobre la acogida que obtuvo su interpretación. Los resultados generales pueden deducirse de la ausencia de cualquier reseña. El niño estaba maravillosamente dotado, era un incipiente prodigio de proporciones mozartianas, pero su padre no era Leopold Mozart”.
Desde sus cuatro años de edad, Ludwig tenía a la música como el motor de su vida. Su padre se mostraba orgulloso de él y contaba con la inalterable sabiduría y el consuelo de su madre. Le gustaba vagabundear por el hermoso paisaje, y jugar y hacer travesuras con sus hermanos. Se trataba en buena medida de una infancia común y corriente. Sus primeros años sentaron también las bases de una resistencia y un coraje extraordinarios.
El niño compositor Wolfgang Amadeus Mozart fue un niño feliz.
Viajó mucho, aprendió mucho, tenía un gran sentido del humor y del amor, era una persona muy sensible y amaba los juegos de palabras.
Escribía en sus cartas su nombre hacia atrás en broma, como Mozart Wolfgang o Trazom o Wolfangus Amadeus Mozartus o Gnagflow Trazom.
“Tenía un sentido del humor extraordinariamente infantil”, dijo de él Peter Hall, el director escénico del gran filme Amadeus, de Milos Forman.
Como lo haría años más tarde James Joyce, Wolfgang Amadeus inventaba juegos de palabras como acordes disonantes (como, por ejemplo, “Merditeranischen”), o formaba cascadas de variaciones. “Puede que confíes, creas, imagines, pienses y esperes que estemos bien, pero yo te puedo asegurar que es verdad”.
Amaba las aliteraciones: “croatas, crotoniatas, cataratas, agustinos, benedictinos, capuchinos…”
Sus cartas a su hermana Nannerl y a su prima Maria Thekla eran delicias de palabras: “Estoy realmente desconsolado por haberme enterado de que el abad conejo, que está muy viejo, ha vuelto a tener un ataque en el gaznate”.
En otra carta: “si te contara lo que hago con tu querido retrato, te reirías. Por ejemplo, cuando lo saco de su calabozo, le digo: ¡buenos días, tesoro!, buen día, buen día, mocosa pícara, nariz de punta, chichecita”.
Sorprendía siempre a los adultos con su peculiar sentido del humor: “A mi perro Pimperl dele usted una porción de tabaco español, un buen pan y tres besitos”.
A los tres años de edad ya inventaba algunas pequeñas melodías con el clavicémbalo. Su principal maestra fue su hermana Nannerl, cinco años mayor que él, al contrario de lo que dice la historia oficial, que su maestro principal era su padre. Además, Mozart desarrolló impresionantes capacidades autodidactas.
Aprendió, al igual que el niño Johann Sebastian Bach y el niño Ludwig van Beethoven, de otros grandes maestros y su memoria era tan poderosa que era capaz de escuchar una obra y reproducirla horas después en el papel, entera.
El niño Wolfgang Amadeus Mozart devoraba libros y era un genio de las matemáticas.
Desde niño siempre compuso música en su cabeza, al contrario de la mayoría de los compositores, que lo hacen en el piano. Escribió su primera sinfonía a los ocho años de edad y su primera ópera a los 14.
A los ocho años, también, se enamoró de Maria Antonieta de Austria, futura reina de Francia, y le propuso matrimonio.
El motor de la vida del niño Wolfgang Amadeus Mozart era la música y el motor de su música era el amor.
De la lectura de todas sus cartas, me quedo con esta declaración: “cuando escribo música, lo único que habita en mi cabeza junto a las notas musicales, es mi deseo ferviente y profundo de hacer felices a todos los demás”.
Feliz Día del Niño, hermosa niña lectora, amable niño lector.