Hoy será presentado el n.° 5 de la revista Propuestas para el Desarrollo (29 de abril, 11 hrs. ID Zoom 860 8208 2332; Código de acceso 407663). Es una revista anual que abre “un espacio para la proposición, debate y análisis de políticas públicas alternativas al neoliberalismo económico y el conservadurismo político”. Su director es Rafael Correa (ex presidente de Ecuador), quien participará en la presentación, y sus codirectores son Linda Llamas del CIAD (Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, Hermosillo) y Fernando Peirano (Universidad Nacional de Quilmes, Argentina). Mi colaboración se titula “Renacimiento del interés en la desigualdad creciente y sus consecuencias, crítica de la ciencia económica actual y necesidad de una ciencia social emancipatoria”. Lo que sigue es un breve resumen de ella. Pobreza, desigualdad y democracia están estrechamente ligadas y deben estudiarse conjuntamente. Los indignados, Ocupa Wall Street y otros movimientos de resistencia y protesta, con su conciencia aguda sobre la desigualdad (“nosotros somos el 99 %”) y la ira asociada, estimularon una producción intelectual creciente en la que destacan 1) Joseph E. Stiglitz (S), El precio de la desigualdad (2012, 2016); y 2) Thomas Piketty (P), El capital en el siglo XXI (2013, 2014). Dice Krugman que P derriba el más preciado de los mitos conservadores: que vivimos en una meritocracia en la que la gran riqueza se gana y se merece. P muestra que antes de 1914 los países desarrollados estaban dominados por una oligarquía de riqueza heredada y que hoy estamos regresando a aquella situación. S dice que pagamos un alto precio por la creciente y desmesurada desigualdad: crecimiento más lento, mayor inestabilidad, democracia debilitada y cuestionamiento de nuestra identidad. Tal situación refleja la falla tanto del sistema económico como del político. Estos libros de S y P examinan la concentración creciente del ingreso y la riqueza, de origen crecientemente rentista, en el uno por ciento más rico, lo que niega el discurso meritocrático. Destaco las graves consecuencias económicas, políticas y morales que ello acarrea. Asocio el análisis de S con la teoría de la justicia de John Rawls (R), mostrando que la creciente desigualdad no mejora las condiciones de vida de los peor situados, como lo exige este principio. La crítica de P a la economía dominante, el movimiento de la economía posautista y la postura de Erik Olin Wright (W) sobre el papel de las ciencias sociales en la transformación poscapitalista del mundo, conducen mi argumento a la necesidad de la ciencia social emancipatoria y a la incompatibilidad entre democracia y capitalismo. La revisión realizada en mi artículo de los libros de P y S: a) manifiesta la agudización de la desigualdad del ingreso y la riqueza a partir de 1980; b) niega el mito del carácter meritocrático de dicha riqueza, cada vez más rentista;c) muestra que un ingreso nacional decreciente/estancado y cada vez peor repartido, lleva al incumplimiento del Principio de la Diferencia de R: la desigualdad no mejora las condiciones de vida de los peor situados como lo establece dicho principio, por ello el capitalismo no es justo;d) presenta evidencia que en la ‘tierra de la igualdad de oportunidades” (EU) hay menos movilidad social positiva intergeneracional que en otros países ricos; e) que muchos se han quedado sin brújula moral y que la degradación de valores es tal que todo es aceptable y nadie es responsable. Narro la idea de S que la creciente desigualdad no es un resultado accidental, sino un logro ú nico de la política gubernamental de EU. Mientras políticas progresivas de gasto (más impuestos a los ricos y provisión de buenos sistemas de protección social) pueden limitar el grado de desigualdad, la entrega de recursos a los ricos en EU ha logrado lo contrario y les han otorgado a éstos un poder extraordinario, que usan para moldear las reglas del juego en su favor y extraer de la población rentas gigantescas. Las rentas son ingresos que no recompensan la creación de riqueza, sino su apoderamiento. Critico las soluciones propuestas por S, cuya ceguera de economista ortodoxo le impide ver que el capitalismo se encuentra en su crisis terminal.
Las agudas críticas de P han derrumbado tres mitos del capitalismo: 1) que la desigualdad del ingreso está en el ingreso del trabajo; muestra que del ingreso del capital derivan las grandes fortunas y que si los rendimientos del capital crecen más rápido que el conjunto de la economía, como ocurre ahora, la desigualdad necesariamente aumentará; 2) el mito del carácter meritocrático de la gran riqueza; ha demostrado que la gran riqueza es básicamente heredada, rentista; 3) el mito de la curva de Kuznets: que las grandes desigualdades del capitalismo se dan sólo en su desarrollo inicial, pero que al madurar las desigualdades disminuyen; los análisis a largo plazo de la desigualdad de P demuestran que dicha curva fue una anomalía resultante de las guerras mundiales y la Gran Depresión, pero la tendencia a largo plazo es la concentración creciente. La crítica de P a los economistas por practicar una ‘ciencia’ sin evidencia empírica, el movimiento de la economía posautista (que califica la teoría económica actual como ciencia autista perdida en mundos imaginarios) y la postura de Erik Olin Wright (W) sobre el papel de las ciencias sociales en la transformación poscapitalista del mundo, condujeron mi narrativa hacia la necesidad de la ciencia social emancipatoria y a la incompatibilidad entre democracia y capitalismo. S y W concuerdan en que l a regla de una-persona-un-voto es socavada por las fuertes interconexiones entre poder político y económico. Sigo a W en su idea de la necesidad de una ciencia social emancipatoria (CSE) que genere conocimiento científico para desafiar las formas de opresión humana. (Ver su libro Construyendo utopías reales, 2014). W dice que debemos identificar cómo las instituciones y estructuras sociales imponen daños a las personas y generan una enorme desigualdad en las oportunidades de vivir vidas florecientes. En contraste con la teoría liberal de la justicia de R, W parte de un entendimiento radical-democrático-igualitarista de la justicia basada en dos principios: justicia social (acceso universal a medios para vivir vidas florecientes) y justicia política (participación universal significativa en decisiones colectivas que afectan la vida de las personas como miembros de una comunidad). W define democracia como el poder de participar en elecciones colectivas que le afectan a uno como miembro de la sociedad. Desde esta visión debe valorarse la compatibilidad entre capitalismo y democracia. La democracia radical persigue el ideal de igualdad política y requiere fuertes mecanismos institucionales para impedir que el poder económico privado se traduzca en poder político. La incompatibilidad entre capitalismo y democracia se explica, en parte, por la trampa de la desigualdad: la incapacidad de reducir la pobreza y la desigualdad se perpetúa a través de la desigualdad de la representación política. Las instituciones políticas son capturadas por los muy ricos. El carácter intrínsecamente desigual del capitalismo se agudiza en el neoliberalismo. Estamos atascados, diría Naomi Klein, porque las acciones requeridas son muy amenazantes para la élite minoritaria que tiene un dominio completo sobre la economía, el proceso político y los medios de comunicación.