Una noche excepcional, para danzar en el corazón de los nenúfares que pintó Claude Monet, es convocada en el Museo de la Orangerie, en París, para celebrar este 29 de abril los cien años de la donación que hizo el pintor de los gigantescos paneles de Les Nymphéas, “una auténtica Sixtina del impresionismo”, y que entregó a su nación como “un verdadero monumento a la paz” al final de la Primera Guerra Mundial.
Dos salones ovales en el Jardín de las Tullerías, junto al río Sena, resguardan la obra que envuelve al espectador a lo largo de casi cien metros lineales, para estar inmerso en un paisaje de tonos violetas, verdes y azules del alma de los nenúfares, ramas de sauces y los reflejos de árboles y nubes, “un jardín de agua” nacido de la contemplación y el desasosiego.
Los nenúfares, o flores de loto, y el estanque que construyó en su jardín en Giverny se convirtieron en una obsesión para uno de los principales representantes del Impresionismo. Dedicó más de 250 lienzos a este motivo en esta localidad de la región de Normandía, donde comenzó a vivir en 1890 y hasta su muerte en 1926, a los 86 años de edad. La dedicación para reproducir una y otra vez este paisaje y el cuidado que dedicó al estanque con flores exóticas fue su abstracción ante la ceguera creciente y la depresión que lo aquejó en los últimos años.
La noche de este viernes, La Orangerie ofrecerá una programación especial nocturna a partir de las 18:30 horas, con ponencias de expertos y un “viaje coreográfico” en el corazón de los nenúfares creado por la bailarina Dominique Brun, la experiencia permite ingresar, gracias a un proyecto de realidad virtual, hasta los jardines en Normandía donde Monet desplegó su obstinación por pintar su “jardín de agua”. Además, permanecerá abierta la exposición temporal Le decor impressionniste.
Con este evento se recordará que el 12 de abril de 1922 Claude Monet firmó el acta para donar su última obra monumental. Sin embargo, fue hasta 1927, unos meses después de su muerte, cuando el público pudo contemplar la obra, instalada según las precisiones dictadas por el propio artista.
En 1918, al día siguiente del Armisticio, George Clemenceau convenció a su amigo de entregar este patrimonio a Francia, entonces el artista prometió a su patria “un monumento a la paz”, construido con flores rosas y lilas.
Desplegadas en los muros curvos, las ocho pinturas ensambladas entre sí hacen un recorrido por las vistas de un amanecer al este y el crepúsculo al oeste, representando el recorrido de la luz del día, ya que Monet proponía la “ilusión de un todo sin fin, de una ola sin horizonte y sin orilla”, según sus propias palabras.
El propio museo define que el conjunto de los paneles donados por Monet, elaborados en los últimos 30 años de su vida, “es una de las mayores realizaciones monumentales de la pintura de la primera mitad del siglo XX y representa una superficie de aproximadamente 200 metros cuadrados”. Se apunta que “no sólo fue un genio de la pintura, sino también un admirable observador de la naturaleza”.
La visita singular que ofrece el museo parisino brindará, además del goce de la danza entre los magníficos nenúfares, o “ninfas” como sería la traducción del título de las pinturas Nymphéas, la interpretación de cinco bailarines en medio de las salas –que estarán acompañados de dos músicos al piano– de los pasos de la Consagración de la primavera, del dotado bailarín Vaslav Nijinsy, así como composiciones corporales de Bronislava Nijinska y la legendaria coreógrafa Doris Humphrey, entre las notas de Claude Debussy y György Ligeti.
También, al colocarse un visor, se podrá ingresar y contemplar las pinceladas lilas, verdes y amarillas, incluso acudir ante un sofá sumergido en agua burbujeante y encontrarse con el pintor, reclinado en su sofá, que forma parte de la experiencia interactiva de realidad virtual “Claude Monet, la obsesión de los nenúfares”, para transportarse a los lugares de creación y al corazón de esta gran obra impresionista.