Madrid. Loquillo (José María Sanz, Barcelona, 1960) lanza su nuevo álbum, Diario de una tregua (Warner Music), el que considera el disco “definitivo” de su carrera, una trayectoria en la que ha sido “políticamente incorrecto”, lo que le encanta en estos tiempos en los que, lamenta, se teme a la libertad.
“No soporto ese desierto en el que vivimos ahora para que todo sea políticamente correcto”, sentencia en una entrevista concedida a Europa Press, en la que advierte de que la sociedad está “temerosa de la libertad”.
Un ejemplo de ello, asegura, es que la mayoría de grupos de pop de España se “callan la boca” y no dicen que se “autocensuran”, una cuestión por la que añora a los artistas que “dicen lo que piensan” frente a los del “yo en esto no me meto”.
A su juicio, en el arte hay que ser “trasgresor” para avanzar y ello pasa porque los artistas cuenten “sus propias verdades”, una tendencia que, cree, se echa en falta hoy frente a la época en la que él empezaba a darse a conocer con los Trogloditas. “Algunas de las canciones de grupos de los 70 y los 80 se prohibirían ahora”, se alarma.
En este contexto de la libertad, hace una autocrítica y confiesa que “algunas veces tenía que haber procurado ser más moderado”, en “todo”. Sin embargo, deja claro que a estas alturas no empezará a “ser diferente” porque, supone, eso es lo que hace que “Loquillo sea como es”.
El Loco demanda, en este sentido, un debate libre intelectual en la sociedad en todos los aspectos y materias, especialmente en lo democrático y cultural. Y es que, como ha venido haciendo en toda su carrera, para la cultura reclama que deje de ser “una cuestión de partidos”. Un paso para el respeto a los profesionales de la cultura es, en su opinión, el estatuto del artista en el que trabaja el gobierno, el cual espera que se apruebe antes de que acabe la actual legislatura e incluya la ley de mecenazgo.
“Años terroríficos”
Para este sector, también exige apoyo de los ciudadanos, ya sea en las salas de cine o teatros, pero, por lo que le toca, especialmente en los conciertos, como en los que empezará a dar con la salida de su nuevo álbum. “Necesitamos un chute de energía porque hemos pasado unos años terroríficos”, dice en relación a la crisis del sector por la pandemia.
Diario de una tregua es su primer trabajo tras la crisis sanitaria de covid-19, que explotó justo cuando acababa de publicar El último clásico y se encaminaba a una gira, por lo que ha marcado para él un antes y un después en su carrera. De hecho, él, que se mira como una “especie de artista de entreguerras o entresiglos”, ve la pandemia como el final del siglo XX y el inicio del siglo XXI por todo lo sucedido.