Uno. No será fácil bajar del escenario al comediante que preside Ucrania, en su rol de novísimo paladín del bien, porque del otro lado acecha el villano del mal, a quien izquierdas y derechas binarias (siempre tan originales), asocian con Hitler y Stalin, o ambos a la vez. Así funciona la dialéctica de la razón occidental trastornada.
Dos. V. gr.: elija usted a cualquier líder popular del siglo pasado: ¿Perón, Fidel, Allende? ¿Nasser, Arafat, Milosevic, Hussein? Poco importa cuán distintos eran entre sí. Invariablemente, todos encarnaron el mal por haber desafiado las “leyes” del saqueo universal.
Tres. A modo de homenaje al villano Julian Assange (a punto de ser extraditado de Inglaterra a Estados Unidos), veamos una de esas “leyes”: la “libertad-de-expresión”. V. gr., el aviso de Google a los editores de blogs, en caso que se detecten afirmaciones sobre la guerra en Ucrania “que infringen nuestras políticas. Por ejemplo, la política sobre ‘contenido peligroso o despectivo’ (sic) que prohíbe que se ‘monetice’ (sic), cualquier contenido que incite a la violencia o niegue que se han producido ‘sucesos trágicos’ (sic)”.
Cuatro. Con profilaxis similar, la empresa del androide Mark Zuckerberg (antes Facebook, ahora Meta), que anunció a los usuarios el “cambio ‘temporal’ (sic), en su política de incitación al odio”. Es decir que por un tiempito, la ex Feis permite que en sus redes “se pida la muerte del presidente ruso, Vladimir Putin, o del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko” (Reuters, 10/3/22).
Cinco. Aunque… cuidado. Los “moderadores de contenido” (sic) de Meta advierten que “el permiso es válido únicamente en Rusia, Ucrania y Polonia”. Su portavoz, Joe Osborne, también dijo que la compañía hacía “una ‘pequeña excepción’ (sic) para elogiar al regimiento Azov ‘estrictamente’ en el contexto de la defensa de Ucrania, o en su papel de la Guardia Nacional de Ucrania”.
Seis. ¿Y qué decir del nuevo dueño de Twitter, que acaba de comprar el pajarito en 44 mil millones de dólares? No se preocupe. Egon Musk podrá seguir pagando el gas, el teléfono y la luz, pues la cifra equivale a 16 por ciento de su fortuna que a enero del corriente, según Forbes, era de 263 mil 700 millones de dólares (15 por ciento del PIB de México en 2021).
Siete. En el comunicado de Tesla (la compañía de autos eléctricos de Musk), el magnate dijo: “La libertad de expresión es la base de una democracia que funciona, y Twitter es la plaza digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”. Qué bueno. Esperemos que el nuevo Twitter cumpla con sus ideales y deje de etiquetar a los usuarios que a su juicio son “prorrusos”.
Ocho. Sería el caso del periodista argentino Marco Teruggi (colaborador de Sputnik, Russia Today, Página/12, La Jornada), que de un día para el otro leyó en su cuenta: “Identificamos tu cuenta como una cuenta de un medio de comunicación afiliado al gobierno ruso y le aplicamos una etiqueta”.
Nueve. En “La vasta red internacional a cargo de la propaganda de guerra ucrania” (exhaustiva investigación del periodista estadunidense Dan Cohen), leemos: “Desde que empezó la ofensiva rusa dentro de Ucrania el 24 de febrero, el ejército ucranio ha cultivado una imagen de un pequeño ejército valiente que enfrenta al Goliat ruso. Kiev ha producido un flujo constante de sofisticada propaganda dirigida a agitar el apoyo público y oficial de los países occidentales. La campaña incluye guías lingüísticas, mensajes claves y cientos de afiches propagandísticos, algunos de los cuales contienen imágenes fascistas e, incluso, elogian a líderes neonazis”.
Diez. La investigación destaca el “lenguaje aceptado” sobre la guerra, pautados por el gobierno de Kiev. Por ejemplo: “clichés rusos como ‘referendo de Crimea’ o ‘la voluntad del pueblo de Crimea’ son absolutamente inaceptables” (en referencia al referendo de 2014, que tuvo un éxito abrumador para separarse de Ucrania).
Añade: “Mientras las empresas de relaciones públicas distribuyen contenido, fachadas (cut-oust) de la CIA y fundaciones multimillonarias dirigen los medios de comunicación de los que deriva, entre otros, un proyecto llamado “Intercambio de Noticias en Lengua Rusa” que opera en los países postsoviéticos. En julio de 2021, un grupo de periodistas volaron a Varsovia para entrenamiento mediático, luego de estar eximidos de las restricciones relacionadas al coronavirus y las órdenes de cuarentena por las principales autoridades médicas de Polonia” (https://bit.ly/3vg3cNV)
Once. Creo que voy a distraerme con la nueva miniserie de Netflix: Conversaciones con asesinos: las cintas de John Wayne Gacy, que empieza con la de un tal Ted Bundy (“Cenaba con los poderosos. Se aprovechaba de los vulnerables. Bajo un exterior sonriente se escondía la horrible oscuridad de un asesino en serie”). Espero que haya una con Joe Biden o Volodymir Zelensky.