El índice de precios de los alimentos elaborado por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) llegó en marzo a su nivel más alto desde que se tiene registro, y en un solo mes aumentó 17.9 puntos.
Entrevistada por este diario, la representante de esa agencia en México, Lina Pohl, señaló que la pandemia de covid-19 fue una “bomba atómica” en materia de hambre al empeorar una tendencia que se presentaba al menos desde 2015, y alertó que con la guerra entre Rusia y Ucrania “francamente hablamos de una crisis global y generalizada; una situación de grave inseguridad alimentaria en todo el planeta”.
Antes de la emergencia sanitaria había 650 millones de personas en el mundo sobreviviendo sin lo suficiente para comer; un año después ya eran 811 millones quienes se encontraban en esta situación. En América Latina, la pandemia dejó a 13.8 millones más en condición de hambre, para alcanzar un total de 59.7 millones de personas, es decir, casi cada uno de cada 10 habitantes de la región.
El panorama es más desolador si se considera a quienes padecen inseguridad alimentaria (no comer todos los tiempos o hacerlo con insuficiente calidad nutricional): cuatro de cada 10 latinoamericanos y uno de cada cuatro mexicanos encaran este problema de forma severa o moderada.
Nuestro país comparte con Latinoamérica el no enfrentar complicaciones en la producción de alimentos: de hecho, la región produce lo suficiente para proveer al doble de sus habitantes.
El conflicto se encuentra en que el encarecimiento impide a cada vez más personas adquirir los víveres necesarios, máxime en un contexto en que el alza de los precios se dio a la par de retrocesos en el empleo y en los ingresos de los hogares debido a las medidas adoptadas para frenar la propagación del coronavirus.
No puede pasarse por alto que el año pasado se registró la inflación más alta en dos décadas en nuestro país, y un monitoreo de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) pone de manifiesto que la tendencia alcista se ha recrudecido con las operaciones armadas en el este europeo: sólo en la Central de Abastos de la Ciudad de México, el pun-to de distribución más económico en el centro del país, 21 productos de consumo básico se encarecieron 4.74 por ciento entre el 18 de febrero y el 15 de abril, lo cual supone un incremento porcentual de casi tres veces el avance de la inflación general en ese periodo.
Lo que la representante de la FAO denomina una “tormenta perfecta” debe motivar a reflexión en torno a la forma en que se organiza un sistema económico global en el cual la gente pasa hambre pese a que existen alimentos suficientes y hasta de sobra para garantizar la nutrición de todos los seres humanos, y en el que el obstáculo al más elemental de los derechos no se halla primordialmente en factores naturales, sino en la decisión de librar todos los ámbitos de la vida a los mecanismos del “mercado”.