Más que las ideologías y la lucha por el poder, las crisis alimentarias son las que provocan revueltas y revoluciones. El mundo vive uno de esos momentos difíciles por la falta de granos. En el caso de México, la importación de maíz aumentó 25 por ciento en enero frente al mismo periodo del año anterior, lo que implica una mayor dependencia frente a Estados Unidos.
Además, los precios del maíz se encuentran en sus mayores niveles en 10 años y hay una escasez creciente de fertilizantes en el mundo debido a la invasión a Ucrania. Para colmo de males, 30 por ciento de las importaciones de fertilizantes que realiza México provienen de Rusia y ahora es más difícil el transporte tanto de granos como de fertilizantes desde esa zona conflictiva.
El caso del movimiento de Independencia de México es representativo de la importancia de contar con alimentos suficientes para evitar estallidos sociales. El gran historiador Enrique Florescano, de la Escuela de los Annales, publicó en 1969 el ensayo Precios del maíz y crisis agrícolas en México, 1708-1810, en el que concluyó que la falta de alimentos provocó el movimiento de Independencia en México y también la Revolución Francesa.
Textualmente señala: “Una generación que habría de jugar un papel decisivo en la revolución de Independencia vivió los días terribles del ‘año del hambre’ (1785-1786) y participó en las grandes campañas que lo combatieron”. Prácticamente fueron 30 años de alza continua de los precios de los alimentos, lo que generó el movimiento armado.
El bajo clero jugó un papel relevante con la “Teología Político-Caritativa”, promovida por Fray Antonio de San Miguel en Michoacán y que retomaron religiosos como el cura Hidalgo. Estos líderes se convirtieron en mediadores de campesinos pobres y pequeños arrendadores frente a los hacendados, pero sus resultados fueron limitados. La concentración de la tierra, el aumento de la población y los cambios meteorológicos (con sequías en 1808 y 1809) generaron la crisis de 1810 y 1811.
El incremento de los precios y la escasez de alimentos provoca dificultades para conseguir lo indispensable, genera desempleo, pobreza, mayor desigualdad, mendicidad, enfermedades, hacinamiento y desnutrición, lo que se traduce en descomposición social en México y en el mundo. Esta es la lección que nos deja el historiador Florescano.