Ala sacudida por el covid-19 se le suma el zarandeo provocado por la guerra en Ucrania y la disparatada serie de sanciones a Rusia que resultaron en un efecto búmeran para quienes las han aplicado, siempre como perritos falderos del gobierno estadunidense. México no ha sido ajeno a esos efectos, a pesar de que no se ha subido al tren sancionatorio.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en febrero pasado la economía mexicana no registró crecimiento con respecto a enero, mientras en su variación anual presentó un aumento real de 2.7 por ciento, revela el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), un referente sobre el comportamiento del producto interno bruto (PIB) mensual. “La economía mexicana quedó estancada en el segundo mes del año, pues los sectores agropecuario, ganadero e industrial registraron una caída mensual; mientras los servicios y comercio continuaron recuperándose; se reporta debilidad de la producción industrial, al caer uno por ciento en dicho mes con respecto a enero, luego de cuatro registros de crecimiento, en un contexto de persistencia de los problemas de suministro global por la pandemia y comienzos del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania” ( La Jornada, Clara Zepeda).
¿Cómo evoluciona la economía mexicana? El Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) aporta su lectura: “lentamente en función de su nueva capacidad, un crecimiento que estructuralmente no puede superar 2 por ciento. Dicha capacidad disminuyó durante los últimos cinco años, tendencia que sólo podrá revertirse con un aumento significativo en la inversión productiva”.
El IDIC, de cuyo análisis se toman los siguientes pasajes, señala: “el primer trimestre del año muestra la prevalencia de uno de los mayores desafíos estructurales que la economía nacional ha enfrentado en las últimas cuatro décadas: el dinamismo de las exportaciones vinculadas a las manufacturas no es suficiente para compensar la debilidad del mercado interno; su bajo contenido nacional inhibe la llegada de beneficios a una mayor proporción del sector productivo”.
Aun dentro del sector industrial hay diferencias: las actividades que dependen de la exportación se han beneficiado del buen com-portamiento de la economía de Estados Unidos, pese al incremento en los costos de las materias primas. Por el contrario, sectores como la construcción se ven afectados por el menor ritmo de inversión que realizan las empresas y el propio gobierno en la ampliación de infraestructura, vivienda y edificación en general; representa la factura generada por el bajo crecimiento del sector servicios y el existente en algunas ramas de la actividad industrial no exportadora.
La recesión industrial iniciada en 2018 se generalizó al resto de la economía durante 2020 por el covid-19: su impacto frenó la inversión. La fragilidad del mercado interno engloba al 65 por ciento del PIB; el buen desempeño de la actividad industrial asociada a las manufacturas (18 por ciento del producto) no puede compensar el desequilibrio. Para el segundo trimestre del año existe un reto adicional porque se deberán adicionar efectos internos y externos que podrían afectar el comportamiento de la economía mexicana, entre ellos el aumento en la inflación al consumidor y al productor; la tendencia alcista en los costos de las materias primas a nivel internacional; el incremento en las tasas de interés (en lugar de un escenario de entre 8 y 8.5 por ciento podría observarse uno que oscile entre 9 y 10; todo dependerá de la evolución de la inflación en Estados Unidos, de momento la más elevada en 41 años).
El conflicto en Ucrania se mantiene co-mo elemento que genera zozobra sobre los cos-tos de las materias primas y los efectos económicos que esto puede tener sobre la economía, en especial de la Unión Europea, así como so-bre los sectores y regiones que dependen en forma directa de los minerales y energéticos rusos.
Las rebanadas del pastel
Donde se revise de inmediato brota el agandalle, el atraco a la nación: ahora La Jornada documenta la concentración en el acceso al agua y su explotación comercial, pues su venta “es el blanco de la ambición de grandes bancos y empresas, pero aún falta en un tercio de los hogares del país, en un momento en que prácticamente uno de cada cinco acuíferos del territorio nacional se agota rápidamente”. Brutal.