Aunque la filantropía es una actividad necesaria y plausible, existe el riesgo de que muchos de los grupos empresariales que recurren a ella traten de utilizarla como una “moneda de cambio” para convencer a las autoridades de que los donadores sean beneficiados con exenciones fiscales y otras consideraciones indebidas.
Así lo advirtió Alice Krozer, investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, quien también señaló que no debe permitirse que la agenda de las instituciones filantrópicas privadas se tome como la única válida, en demérito de otros temas u organismos dedicados a estas labores.
En entrevista, la experta en asuntos de desigualdad y pobreza subrayó que la filantropía en sí misma “es un acto deseable, un deseo genuino de retribución” a la sociedad, pero en algunos casos los grupos empresariales que la llevan a cabo pueden utilizarla como una herramienta para eximirse de sus obligaciones legales.
“Si se usa como alternativa a las obligaciones que de todas formas tienen las personas con el Estado, como son el pago de sus impuestos, ahí sí se vuelve un problema: cuando se piensa que al cumplir con esto ya no es necesario cumplir con otras cosas”, recalcó la investigadora.
Un aspecto más que debe tomarse en cuenta al analizar el tema de la filantropía, estimó Krozer, es que muchas veces los donadores pueden asumir que saben mejor que el gobierno o la propia sociedad a la que buscan beneficiar cuáles son los asuntos o problemas más importantes, sin que su visión sea la más atinada.
“La crítica es que muchas veces usan el argumento de ‘yo sé mejor en qué se debe invertir el dinero’, y esto a veces puede ser cierto y a veces no, porque un individuo o un sector muy ajeno al grupo al que se está apoyando filantrópicamente quizá no va a saber qué necesita, qué es exactamente lo que necesita la sociedad en su conjunto”, afirmó.
En la selección de los asuntos en los que se concentrarán los grupos o fundaciones filantrópicas suele haber un sesgo, pues “lo que nosotros vemos siempre se nos hace más importante que lo que no vemos o no nos gusta. Hay ciertos proyectos que reciben mucha más atención que otros simplemente porque son más mediáticos, más populares o le gustan más a quien los apoya”.
En el caso particular de México –donde existen unas 336 fundaciones filantrópicas–, estas organizaciones suelen ser dirigidas por una sola persona o familia, en vez de por empresas o grupos de la sociedad civil, lo que concentra la toma de decisiones en pocas manos.