El terremoto que asoló la Ciudad de México el 19 de septiembre de 2017 encontró al realizador Alejandro Alatorre frente a un momento de crisis creativa en la escritura de un guion. Intentando descansar y relajarse de las secuelas del sismo, sufridas por la mayoría de los habitantes de la urbe, comenzó a rememorar sucesos que atravesó en la secundaria en su natal Zacatecas.
“Algunas personas me acosaban y amenazaban con golpearme. Para evitarlo, hacía como que iba a la escuela, y antes de entrar volvía sobre mis pasos, así que durante una semana engañé a mi familia haciéndoles pensar que iba a clases cuando en realidad paseaba por la ciudad”, relata el cineasta.
Este recuerdo recuperado de “hacerse la vaca” –como dicen en la ciudad minera– o “irse de pinta” –como se estila entre los capitalinos–, lo motivó a escribir su primer guion de largometraje, además de que lo hizo pensar en la posibilidad de describir la ciudad en que creció a partir de las vivencias de un adolescente. En este caso, Leonardo (Adrián Reza), hijo de una familia fragmentada, quien vive con su madre (Camille Valdez), se encuentra esporádicamente con su padre (Noé Rendón), y sólo ve en sueños a su hermana emigrada a Estados Unidos y a un grupo de amigos que lo engañan y traicionan, mientras va hallando una renovada vida con nuevas personas, lugares y experiencias.
Si bien su opera prima Donde duermen los pájaros (México, 2022), no es autobiográfica, sí le sirvió de pretexto para relatar los encuentros y las nuevas amistades, incluido el encuentro del primer amor, Scarlett (Yuritsy Aguilar). Todo esto va marcando a Leonardo, al tiempo que se construye el personaje de la ciudad, ente laberíntico repleto de sitios desconocidos y recovecos, como las escalinatas del teatro Calderón, los mercados populares, las minas a cielo abierto con trascabos, los ventiladores eólicos, la ruinosa secundaria, las casetas de empeño, el estadio olímpico de la Universidad Autónoma de Zacatecas, el mirador del cerro de la Bufa o la colorida representación de masas de las Morismas de Bracho.
Cuatro años de trabajo
“Esta película es Leonardo y la ciudad. Era importante que esos momentos fueran una manera de descubrirlo, pero también las atmósferas y las imágenes que implican crecer en una ciudad como Zacatecas, que es pequeña y con costumbres y actitudes muy marcadas; pensar un poco en lo que significa la identidad y qué la construye, los lugares que recorremos todos los días y las personas que tratamos. Todo eso creo que va configurando un imaginario”.
Por ser un proyecto sin fondos públicos ni estímulos fiscales, la realización de Donde duermen los pájaros llevó cuatro años y medio al director y a su equipo –integrado por ocho personas, ya que tuvieron que filmarla por partes y en distintos años–, pues si bien arrancaron en 2018, filmaron otra parte en 2019 y aún filmaron un par de escenas durante la pandemia para terminarla. Antes, el proceso de escritura tomó un año al director y a su coguionista, Cristian Fraire, ya que comenzaron los primeros esbozos a finales de 2017. También le requirió dedicar largo tiempo para conseguir fondeos y tocar puertas, acercarse a instituciones gubernamentales, frecuentemente con respuestas negativas.
Fue, al menos, un quinquenio de labor para que la producción de Hidden Cinema en coproducción con Yunque Films y Manosanta, finalmente tuviera su estreno en el Festival Internacional de Cine UNAM, en la competencia de la sección Ahora México. Antes, en 2019, con el título de Las últimas plumas, el largometraje de ficción fue seleccionado a Impulso Morelia 5, donde ganó el premio de los estudios Splendor Omnia.
Su tesis de cortometraje, producida en el Taller de Cine Mantarraya, Fuego que lleva (México, 2015), ya le había dejado en claro que sus ideas le implicaban un retorno a su terruño para filmar. “En la escritura del guion me di cuenta de lugares que me significan mucho. Hay una escena un poco onírica, en el mirador de la Bufa; otra en las escalinatas del teatro Calderón, donde la gente se sienta, o la escultura de Prometeo encadenado, de Ismael Guardado, en la Facultad de Derecho de la UAZ, que al estar tan a la mano ya ni la voltean a ver”, concluye.