El litio pertenece a la nación, lo que sigue es un largo “día después” en que se deberán generar definiciones que den forma al modelo de gestión económica y social del aprovechamiento del elemento número tres, del cual, se dice, pero aún no se confirma, existen 1.7 millones de toneladas en reservas, con lo que seríamos la novena o décima nación a escala mundial. Las investigaciones in situ que han llevado a cabo Ernesto Ledesma y Violeta Núñez apoyan la existencia de importantes yacimientos prospectados y, sobre todo, de una organización socioeconómica local que enfrenta la codicia de la gran empresa, como en toda historia política de la minería.
El litio como nuevo actor en la política del desarrollo, nos aboca a un ejercicio de información, comparación y reflexión de carácter científico y tecnológico, multidisciplinario necesariamente, que nos conduzca a proponer los mejores instrumentos posibles para crear el modelo institucional que gobierne la industrialización del mineral estratégico.
Aquí cabe recordar algunas preguntas claves: ¿cómo extraerlo de la roca o de los medios en que se encuentra, es decir, con qué tecnología y propiedad de quién?, ¿cuál será nuestro concepto social de la sustentabilidad y el bienestar locales?, ¿qué transformaciones productivas busca realizar en empresas mexicanas?, ¿para qué mercados?, ¿cuánto invertir y cómo generar las capacidades nacionales en investigación y desarrollo para la industrialización del litio?,¿en qué segmentos y bajo qué modalidades buscar la alianza con empresas extranjeras?, ¿cuánto y bajo qué presupuesto de balance de divisas desearíamos exportar litio? ¿cuál es la prospectiva que construiremos, habida cuenta de que México está en una fase inicial en la economía global del litio y ya hay importantes avances de otros países?, y de la mano con ello, ¿cuál es el papel que habremos de jugar en la geopolítica de este recurso?... y si acaso parecen muchas preguntas, en realidad serán pocas porque como en todo proceso de industrialización, nuevos actores traerán consigo nuevos intereses y nuevas preguntas y presiones.
Una rápida mirada a lo que viven los países líderes nos ayuda a conmensurar. El fenómeno exportador se llama hoy Australia que, con 55 mil toneladas producidas en 2021, aportó 55 por ciento de las 100 mil toneladas producidas en el mundo. Le siguen Chile, con 26 puntos porcentuales y China con 14 por ciento. Un tanto lejos, Argentina con 6.2 y Brasil con 1.5 por ciento completan el cuadro de los mayores productores. El mercado ha sido ávido: creció en 33 por ciento en 2021 respecto al año anterior. Las baterías para la electromovilidad, que captaron 71 puntos porcentuales de la demanda del mineral, son sin duda el sector palanca de la economía del litio.
En Australia la visión del desarrollo del litio está indefectiblemente ligada a la actividad privada con el Estado jugando el papel tradicional de promotor mediante diversas formas de subsidio y regulando la actividad. Es una potencia exportadora merced a la actividad de empresas de origen chino que en asociación con empresas australianas se benefician de la geología particular de los yacimientos de silicatos que permite la extracción menos costosa, especialmente de la ya famosa Greenbushes, la mina de litio en roca a cielo abierto mayor del mundo. La apuesta nacional que va a definir el devenir del modelo de gestión es el impulso que el gobierno pueda darle efectivamente al objetivo de producir electroautomóviles con baterías de litio hechas en Australia. Esta política debería imponerse al modelo primario-exportador que interesa a China.
En Chile, el litio fue declarado en 1979 un mineral sólo explotable por el Estado o concesionado por decreto presidencial. El motivo fue la vinculación del litio con la industria nuclear. El elemento alcalino, abundante en forma de salmuera en el Salar de Atacama, fue concesionado a una empresa pública, la cual a su vez concesionó a dos grandes empresas privadas con participación extranjera la explotación del mineral. En 2014 se creó la Comisión Nacional del Litio con la finalidad de regular a la industria de este mineral con criterios de desarrollo nacional y respeto a las comunidades locales. Varios litigios comerciales y legales han tenido lugar y a la fecha Chile no ha podido echar a andar proyectos sólidos de transformación del litio para generar valor localmente.
Estos dos casos ilustran el problema al que se enfrentan países que nos han antecedido en la economía del litio. No hay estrategias impolutas y sin tensiones, con destinos asegurados. El “día siguiente” será largo, los intereses y capacidades de empresas con grandes capitales y argumentos competitivos estarán por todas partes dentro de la cadena de valor del litio, experimentaremos y viviremos errores, divergiremos en opiniones, pero no hay otro camino que el de la industrialización del litio, a cuya economía global entramos en este año 2022 por la puerta de la soberanía.
* Secretario académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE)