Ante el cambio climático, el campo mexicano no sólo necesita recursos económicos gubernamentales, sino también capacitación en técnicas científicas, como los métodos de cultivos o del uso de agroquímicos, además de mayor inversión en tecnología, aseguró Kazuo Watanabe, profesor del Centro de Investigación Genética de la Universidad de Tsukuba, en entrevista con La Jornada.
Desde hace 10 años el proyecto Valoración de la diversidad y desarrollo del uso sustentable de los recursos genéticos de México, en el que colabora Japón a través de un grupo dirigido por Watanabe, estableció en el sistema agroalimentario nacional un plan científico-tecnológico para conservar especies de cultivo y mejorar los métodos de preservación a largo plazo. Esto ha permitido, por un lado, apoyar la propagación y variación de nuevos genotipos a fin de adaptarse a los cambios ambientales y, por otro, reducir la erosión de los ejemplares en las poblaciones de alto valor.
No sólo en México faltan agricultores y productores; todos son viejos, pero sí hay poblaciones interesadas en la actividad agrícola, como en Chiapas y Zacatecas. Ellas conocen qué (recursos) tienen, pero es necesario aportarles información sobre el valor científico y económico, aceptar material para trabajar y tener conexión fuera del país, como compañías privadas, sostuvo.
Agregó que “el objetivo de este proyecto es aumentar el reconocimiento del valor histórico y cultural de los recursos genéticos en México”, que ocupa el cuarto lugar entre los 17 países megadiversos.
“El cambio climático afecta mucho en México. Casi perdimos todo de producción de nopales en Zacatecas, pero por fortuna conservamos la semilla botánica con la que podemos generar más producto muy rápido porque de base es muy fértil. El fenómeno ha sido muy drástico: un año tienen agua, al otro sequía; ese problema afecta varios sitios”, señaló.
Watanabe estimó que el país requiere agua a largo plazo, para unos 50 años, para cumplir con los proyectos de producción agropecuaria y consumo humano.
El propósito de este programa binacional, agregó el catedrático, se extiende a la gestión de exportación e importación, además del intercambio de material de propiedad intelectual o genética. Por ejemplo, en el caso de la manzana, Japón genera variedades de este fruto y puede colaborar principalmente en la producción local a fin de no importar el fruto de Estados Unidos”.
Selección
El proyecto, que incluye la iniciativa Diversidad Genética Mexicana, aborda este tema y ha propagado el cultivo de aguacate, cacao, tomate de cáscara, chayote, amaranto y nopal, especies seleccionadas por ser nativas, de importancia agrícola regional y económica, tener disponibilidad de los recursos genéticos y por ser de suma importancia para la seguridad alimentaria nacional.
Para la preservación de cada especie se trabajan tres aspectos generales: genética, generación de técnica para conservación, como el cultivo tejido o botánico, y el análisis de valor nutricional, sobre todo para aumentarlo, lo que implica amplios estudios. Los materiales recabados son analizados en el Centro Nacional de Recursos Genéticos, del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, dirigido por José Fernando de la Torre Sánchez.
En última instancia, se establece un modelo para la implementación del acceso a los recursos genéticos y la distribución justa de los beneficios, entre ellos la información científica de producción, basado en estatutos internacionales, como el protocolo de Nagoya para el Convenio sobre la Diversidad Biológica o el tratado Internacional de la FAO sobre Recursos Fitogenéticos para Comida y Agricultura.
El proyecto, que inició oficialmente en 2013 y debía concluir 2018, fue ampliado cinco años por su efectividad. Esto da oportunidad de extender el estudio de variedades genéticas y cultivo de papa, vainilla y ajo, así como de algunas flores, como el cempasúchil, entre otros.
Watanabe ha participado en numerosos proyectos en varios países. En Japón trabaja en investigación multidisciplinaria sobre recursos genéticos y biotecnología con el concepto de biodiplomacia e implicaciones éticas, legales y sociales asociadas con las políticas de ciencia y tecnología.