Cien años. La larga vida de Pablo González Casanova ha merecido todos los homenajes posibles, doctorados honoris causa a granel y, sobre todo, el reconocimiento de pueblos con los que ha sido solidario y de las legiones de investigadores que se han formado bajo su guía.
La mesa de ayer, transmitida en las redes del Instituto de Investigaciones Sociales, fue sobre un punto específico: las aportaciones del ex rector de la UNAM a las ciencias sociales. Los participantes, alumnos de González Casanova que son hoy reconocidos investigadores.
Guadalupe Valencia expresó que González Casanova no entra a debatir qué es y qué no “interdisciplina”, aunque él mismo es un “ejemplo de una inteligencia abierta, interdisciplinaria, transdisciplinaria, compleja, que más bien muestra la interdisciplina como un conjunto de recursos del razonamiento que tienen una gran potencialidad para el análisis… El conocimiento nunca estará acabado porque será siempre sujeto de su reformulación y actualización en función de objetivos prácticos”.
González Casanova, dijo, construye puentes entre conocimientos especializados y comunes. “Alejado de toda ingenuidad teórica o política, González Casanova promete toda una renovación del pensamiento crítico fundada en las afinidades limitada de éste con las ciencias y la complejidad”.
Como ejemplo de la interdisciplinariedad, Valencia propuso el desarrollo teórico de un concepto, un texto erudito en el que desarrolla el concepto de comunidad.
Al carácter cognitivo de la categoría comunidad, dice Valencia citando al investigador, “se añade el volitivo, de mito motor: el individuo no es sin la comunidad, el muerto sigue siendo de la comunidad, una idea benjaminiana preciosa”,
Jorge Cadena Roa hizo un recorrido sobre el papel del maestro como gran animador de espacios de colaboración entre académicos de distintas instituciones y como promotor de proyectos editoriales que marcaron época. Se detuvo, en ese vuelo, en la historia del Consejo Mexicano de Ciencias Sociales y en una colección de una suerte de monografías estatales que forjó a muchos investigadores y es referente.
Por su parte, Ricardo Pozas Horcasitas se refirió al parteaguas que significó la publicación, en 1965, de La Democracia en México. A partir de entonces, hubo un antes y un después. “El ensayo político y social que era el género intelectual dominante para interpretar la realidad empezó a ser desplazado por los textos de ciencias sociales”.
Pozas hizo un recorrido por libros fundamentales del pensamiento mexicano, además de reseñar la situación del país el año de la publicación (la represión al movimiento médico, el ataque guerrillero al cuartel de Madera, en Chihuahua). Fue de Los grandes problemas nacionales, de Andrés Molina Enríquez, a El Laberinto de la soledad, de Octavio Paz, hasta llegar a la obra de González Casanova, “la primera versión sociológica contemporánea sobre el sistema social y el régimen político mexicano.
“La propia estructura de autoritarismo vertical y autoritario refuerza la retórica y la manera en que los gobernantes se mienten y exigen que se les mienta… Es el principio esencial de la antidemocracia.”