En junio de 1858, el presidente Lincoln dio un polémico discurso frente a los miembros de la Cámara Baja de Estados Unidos. Su intención era usar una metáfora popular para concientizar a sus pares sobre la importancia de rechazar la esclavitud como concepto y como política pública. En este caso, el término “casa dividida” se refería a los Estados Unidos de América, ya que existía discordancia entre los estados del norte y del sur, pero también a la división interna que existía en aquel entonces entre opositores y partidarios de esta práctica tiránica y opresiva.
En la actualidad, podría decirse que en México nos encontramos en un escenario similar. Hace un par de días, fuimos testigos de una división dentro de la Cámara de Diputados. Por un lado, se encontraban aquellos que defendían los intereses de grandes empresas trasnacionales que lucran con el estado actual del sistema eléctrico, y por otro, aquellos que cumplieron con su deber y defendieron los intereses del pueblo que los puso en el poder. Incluso la lectura del resultado final fue diferente para cada parte. La oposición celebró lo que ellos consideraron como una victoria. Vociferaban dentro del recinto legislativo que el país había ganado porque la reforma eléctrica impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador no había pasado. Sin argumentos y sin apoyo popular, lo que ellos consideraron como un triunfo sólo puede ser descrito como una traición a los intereses del pueblo mexicano.
El rechazo hacia la tan necesaria reforma energética mostró que nuestra casa, nuestra nación, se encontraba dividida en un momento en que era crucial que los legisladores –tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado– defendamos los intereses nacionales. No era momento de filias y fobias, sino de proteger nuestros recursos para garantizar el crecimiento económico y el desarrollo nacional. Nuestras decisiones serían juzgadas por las generaciones de hoy y de mañana. Sin embargo, los miembros de la oposición no entendieron esto. Demostraron –cínica y públicamente– que se encuentran del lado incorrecto de la historia y la misma los recordará como lo que son: servidores de intereses contrarios a la nación.
La Ley Minera representaba una oportunidad para demostrar que después de más de 80 años de entreguismo y servilismo, PRI y PAN aprendieron la lección. En el pasado, se dieron a la tarea de desmantelar y entregar empresas que eran propiedad del Estado –y de la ciudadanía– para beneficiar a un puñado de la población que busca enriquecerse a cualquier costo. Pero la prioridad de este gobierno federal es garantizar que esto no vuelva a ocurrir. Con la nacionalización del litio se busca poner por delante el bienestar del pueblo. Es momento de que el Estado deje de ser un actor pasivo y recupere su lugar como garante de la exploración, la explotación y el aprovechamiento de un recurso natural cuya demanda seguirá creciendo debido a su papel clave en el desarrollo tecnológico y, eventualmente, lo mismo ocurrirá con otros minerales.
Tanto el Presidente como los miembros de su partido estábamos conscientes de lo que representa el debate en torno al litio. Para nosotros, se trató de una discusión sobre soberanía energética y prosperidad compartida. No era nuestra intención frenar las inversiones y el crecimiento, como decía la oposición. Al contrario. Con la aprobación de la Ley Minera, el Estado es ahora responsable de distribuir los beneficios que se obtendrán de cualquier actividad relacionada con el litio y, al mismo tiempo, de evitar que este mineral no metálico se venda como mercancía al mejor postor. Estas son buenas noticias porque se trata de un mineral estratégico para la economía, para la seguridad nacional y para el futuro de nuestro país.
Así como Lincoln, hago un llamado a los miembros de la oposición a reflexionar sobre el momento histórico en que nos encontramos. Está en sus manos decidir lo que harán a continuación: ¿ayudarán a consolidar los intereses de la nación y servirán al pueblo mexicano o continuarán enriqueciendo a un puñado de empresarios, incrementando la desigualdad en nuestro país? Pase lo que pase, el Senado lo ha decidido: el litio es de y para los mexicanos.