He debido escribir estas líneas antes de conocerse la decisión en San Lázaro acerca de la reforma constitucional sobre la industria eléctrica y el rescate del litio. No sé cuál fue el desenlace final, aunque el resultado ha estado más que anunciado: la reforma no sería aprobada: la coalición PRI, PAN, PRD y MC, presa de sueños guajiros electorales, y decidida a servir a las empresas –extranjeras especialmente–, habría votado contra la iniciativa del presidente Andrés Manuel López Obrador.
A partir de julio de 2018, esta abigarrada derecha partidaria –sus intelectuales orgánicos incluidos– ha tejido para sí misma una “narrativa” obcecadamente falsa, cada vez más alejada de su propia realidad. En esa fecha fatídica un mar de votos hundió en México, seguramente para siempre, su proyecto de país: el neoliberalismo, que hoy naufraga en todos los mares. Pero la derecha mexicana no puede percatarse de su realidad: flota entre los restos de su propio naufragio, no atina a rescatar nada servible para el mundo de hoy, y alucina un mundo que sólo en su aturdida cabeza existe. ¿Cómo puede combatir este mundo que tanto le disgusta sin percatarse de que carece absolutamente de un proyecto alternativo al de la Cuarta Transformación (4T), suficiente y creíble para el pueblo que votó por AMLO? Sólo sabe inventar mentiras pueriles sobre los proyectos y logros del gobierno, como lo hizo con el contenido de la reforma constitucional sobre la industria eléctrica y el litio, o con los resultados del ejercicio de revocación de mandato. Aún más, opuso a la reforma constitucional y legal sobre la industria eléctrica, 12 puntos que propuso como parte de la misma, y la fracción mayoritaria los aceptó; aun así dijeron no. Y, sin más, continúan sin brújula ni sextante su marcha ciega.
No, no, no, a lo que diga o haga el gobierno ampliamente legítimo de la 4T. Este gobierno ha ido desarmando los incontables espacios de la corrupción. Este gobierno dijo por el bien de todos, primero los pobres, aunque falta mucho por hacer para desarticular las armaduras que mantienen vigente la brutal desigualdad. Este gobierno ha avanzado en la creación de un estado de derechos, en la salud, en la educación, en la vivienda, en la creación de un sistema de ingresos sociales. La continuidad perseverante permitirá perfeccionarlos y ampliarlos. Es una tarea sin final. Pero la ciudadanía y el pueblo mexicano reconocen esos logros.
La ceguera y la falsa “narrativa” llevó a esa derecha a nuevas alucinaciones con los resultados reales del ejercicio de revocación de mandato. Los 15 millones de votos obtenidos por AMLO de confirmación en su cargo, en las infaustas condiciones en que ello ocurrió, no son buenas noticias electorales para esa derecha. Perderá al menos cuatro de las seis gubernaturas que estarán en disputa el próximo junio, mismas que ganará Morena, ampliando de este modo sus bases políticas en el país. Perderá sin remedio la elección de 2024.
El PRI, alineado con el resto de la derecha, avanza inexorablemente hacia la vacuidad política: contaremos con otro PRD en el ágora. A MC y su batiburrillo de “políticos” de toda laya, le espera una historia semejante. También disminuido quedará el PAN como el partido de los de arriba, y de los que quieren trepar, ambos segmentos sociales con su declarado repelús frente al pueblo de México (los “nacos”).
La derecha, tapándose la nariz, no puede ver que el obradorismo –pueblo raso– es un segmento social de millones. Es el voto duro de la 4T. Gran parte de ellos fueron pueblo apresado por el PRI mediante la que fue su vasta organización territorial de control social, y sus modos de acarreo con refresco y torta y, si acaso, algunos pesos, importe de su voto. Esa organización naufragó en 2018. Venía hundiéndose desde muchos años atrás, y no existe más. Son ahora votos, con profunda conciencia política, en favor del proyecto de la 4T.
El obradorismo emergió en 2018, quedó a la vista, pero la ciega derecha cree que fue un flamazo; su ofuscación le impide verlo ahora en los signos que emitió el ejercicio de revocación de mandato. En 2024 volverá a mostrarse con nervio y garra protegiendo su futuro. La derecha, como lo ha venido haciendo, continuará proponiendo más de lo mismo de ese pasado, que ya no existe, ni tiene modo de existir. Confirmará así su empecinada condición, con las manos vacías. El obradorismo ya aprendió que sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Puede contribuir por eso a crear una representación más amplia para remover las instituciones sobre las que se movieron los gobiernos neoliberales.
Las bases sociales del proyecto de la 4T no sólo están vivas y actuantes, sino que están más informadas que nunca en el pasado; cada persona puede hoy estar al día de los asuntos públicos mediante las redes sociales. Están al día mediante el diario mensaje directo del líder que recogió las demandas más sentidas por los de abajo. La carga de justicia social incorporada en la reforma eléctrica ha sido pospuesta. Llegará su turno.