Sin duda, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) va ganando la guerra. Una cosa son las múltiples batallas de magnitud diversa, sus contradicciones y claroscuros, y aun sus incongruencias, y otra es el proceso social que en sólo tres años él ha desencadenado de manera subterránea. Por debajo de lo que se debate, escribe y habla en los medios políticos y de comunicación, más allá de la percepción de las élites, sigue avanzando un fenómeno en que millones van tomando conciencia de su situación de explotados y de la destrucción de sus medios de vida (agua, aire, alimentos, salud, servicios ambientales). Magnates, bancos, corporaciones van apareciendo a la vista del “pueblo” como los verdaderos causantes de su miseria, y en sus mentes surge la idea de que sólo eliminándolos se alcanzará la liberación, la recuperación de su dignidad humana. Dicho brevemente, ¡el poder social sigue avanzando! Cada día más mexicanos descubren que lo que hoy vivimos, no sólo en el país sino en el planeta entero, es una colosal batalla entre la vida y la muerte.
No hay nada, absolutamente nada, que justifique que un puñado de individuos y de corporativos detenten de manera inmoral las gigantescas fortunas que poseen. Se trata por igual de parásitos que explotan la fuerza de trabajo humano y de depredadores que dilapidan las fuerzas de la naturaleza. Ellos son los culpables de que la humanidad se encamine hacia el colapso. Los datos son contundentes, 12 por ciento de la humanidad posee 85 por ciento de la riqueza (Credit Suisse). Pero la desigualdad no puede considerarse algo natural, pues no se encuentra determinada ni por los genes ni por la evolución biológica. Debemos a Juan Jacobo Rousseau y su obra El contrato social, publicada en 1762, el primer intento para explicar cómo la desigualdad surgió con el aumento en complejidad de las sociedades, lo que provocó que los individuos dejaran de dedicarse solamente a su supervivencia para adoptar la egolatría, el deseo de ser superiores a los demás y de ser admirados por el resto. Pronto las familias de los ególatras se expandieron e impusieron al resto un “contrato social” que institucionalizó la desigualdad y el dominio mediante una justificación moral, la cual hoy alcanza su máxima expresión. Rousseau construyó su marco teórico a partir de lo poco que se conocía en Europa acerca de los “pueblos salvajes”. Su idea del “ser natural” la derivó de las anécdotas contadas por viajeros que tuvieron contacto con pueblos tradicionales u originarios de África, México, Perú, Chile y las “Indias Occidentales”; 250 años después, dos científicos de la Universidad de Michigan, Kent V. Flannery y Joyce Markus publicaron un tratado de más de 600 páginas describiendo con datos provenientes de la arqueología y la antropología, todo lo que Rousseau no logró con los conocimientos de su época. The Creation of Inequality ( La creación de la desigualdad), Harvard University Press, 2012, es la obra que descubre el surgimiento de monarquías, esclavismos e imperios hace unos 4 mil 500 años. Antes de esa fecha el ser humano vivió en sociedades igualitarias por unos ¡295 mil años! Haciendo un contrapunteo riguroso del pasado y del presente Flannery y Markus han realizado una contribución seminal sobre los orígenes de la desigualdad. Sus aportes se conectan con lo realizado por Thomas Piketty y otros 100 investigadores del Laboratorio de la Desigualdad de Francia, quienes han demostrado que hoy vivimos la cúspide de la desigualdad y de la concentración de la riqueza (https://bit.ly/3OevorQ).
La humanidad sólo se salvará cuestionando y echando abajo el contrato social que hoy domina la ideología política de las masas, y esto sólo se logrará mediante la toma de conciencia y el empoderamiento social o colectivo, más allá del Estado y del mercado. Mientras, no somos sino una especie de primate en la cual un puñado de machos dominan al resto. La sociedad moderna, industrial, capitalista y tecnocrática recrea a las sociedades de chimpancés (o de mandriles) donde los machos alfa y beta imponen su dominio sobre otros machos y sobre las hembras de su tropa (promiscuidad). Los 10 hombres más ricos del mundo (Musk, Bezos, Arnault, Gates, Buffett, Page, Brin, Ellison, Ballmer y Ambani) poseen 1.5 billones de dólares, y en México las familias de los ocho mayores magnates (Slim, Larrea, Salinas-Pliego, Bailleres, Del Valle, Hank-Rhon, Hernández y Vigil) cuentan con una fortuna de 131 mil millones de dólares.
Con su “primero los pobres” y toda su política social, AMLO está empoderando a los de abajo (y de afuera), donde los valores de los pueblos tradicionales (provincianos, campesinos, indígenas) son un eco poderoso para multiplicar la “revolución de las conciencias”. Los 40 a 45 millones de votos que debió haber recibido, si el Instituto Nacional Electoral hubiera instalado la totalidad de las casillas en la pasada revocación de mandato dan fe de lo anterior. AMLO va ganando la guerra.