¡Chi lo sa! ¡Chi lo sa! Contesté así, durante las últimas semanas, a todos los que me preguntaban anticipadamente sobre el resultado de la consulta popular que se efectuó el pasado 10 de abril. Ya acorralado, me defendía diciendo: no sé qué va a pasar, pero por supuesto, puedo decir lo que me gustaría que pasara. Resultó que eso a nadie le importaba. Ni modo. Una vez más mi terror al ridículo, el peor de los escenarios que desde niño siempre me ha paralizado, me desposeyó de una de las pocas ocasiones en las que mi apreciación de la realidad me hubiera permitido una bien ganada calificación de connoisseur.
Pero no me di ese lujo. El terror de jugar el rol de encuestador, sondeador, analista de opinión pública, me inhibió y no pronostiqué lo que al final del domingo hubiera mostrado, por vez primera, que era yo un clarividente. En mi fuero interno predije: a favor de la ratificación entre 15 y 18 millones. A favor de la revocación entre 3 o 4 millones. Como se ve, acerté en la primera parte de la opción y algo fallé en la segunda. Para mí, el asunto, con pros y contras para cada lado, ya se agotó. Quien pretenda prolongarlo artificiosamente será fácilmente exhibido. Si lo intenta el INE, será porque tardíamente se da cuenta de que ahora sí se pasó de la raya y que la vuelta atrás ya no es posible porque se acabaron los retornos para los arrepentidos. Ahora no le queda sino evocar al maestro Agustín Lara y “vender lo más caro que pueda su amor... electorero” (sugerencia: buscar una gratísima, tierna, actualizada versión de Natalia Lafourcade de la melodía Aventurera, de la autoría del flaco de oro).
Recuérdese que en el horizonte cercano se vislumbran ya las elecciones de Durango, Tamaulipas, Oaxaca, Hidalgo, Aguascalientes y Quintana Roo. Cada una de ellas vaticina un nuevo y reiterado enfrentamiento. La hipótesis de que la lucha cruenta y sin cuartel es la que imperará en las estrategias del INE no es en absoluto descabellada. Y por lo que respecta al carácter y temperamento, pues hasta la duda ofende, dirían en mi pueblo. Los líderes máximos del instituto continuarán tan aguerridos, audaces, aventados, echados pa’delante y cubriendo el rol que se autodesignaron: el policía bueno y el imprescindible pero necesarísimo polizonte atrabiliario y delincuencial. El primero, respetuoso, cuidadoso (no siempre), de razones datos y formas. De su presencia física, su vestimenta, de los lenguajes oral y corporal con los que se expresa. Su halo de docto académico que descendió de su “torre de marfil” para enseñarle al pueblo llano los caminos de la vida comunitaria, de la convivencia respetuosa, la civilidad, la organización democrática y de absoluto respeto, de gobernantes y ciudadanos, al estado de derecho. Este arcángel de la justicia llegó a nosotros, además, sin pecado original cometido (jamás se había manchado con la inmundicia de la actividad política, ni siquiera en un comité de vecinos, sociedad de padres de familia o planilla sindical). Sin embargo, su aureola le brindaba una luz que ya la quisiera Bartlett para descubrir a los diputados/lobistas. Y, por si fuera poco, a sus méritos personales se le sumaba el público reconocimiento de un linaje que en todos los órdenes: morales, intelectuales, políticos e ideológicos le aseguraba la confianza anticipada y un apoyo entusiasta de los más recalcitrantes militantes de la izquierda de ese momento y otros más. Y, por si fuera poco, ondeó sin reservas la bendición papal que le otorgó uno de los pontífices universitarios más reconocidos y respetados: el papa Pepe.
A fuer de sincera, la columneta tiene que reconocer que el papel del policía malo estuvo tan bien logrado como el anterior. El ejecutante se adentró en su personaje y convenció plenamente. Taimado, como todo chilango que se respete, pero lo suficientemente reflexivo como buen descendiente del Oriente, le dio matices de gran efectividad. Claro que fue de gran ayuda la estructura corporal del malo, que contrasta radicalmente con el protagonista central de esta muy lograda mise en scène. Cada ocasión en que era menester la rudeza necesaria (contraria a la penada en futbol americano), el doctor maligno (enemigo permanente del Enmascarado de Plata), se encargaba del tehuacán, la picaña y los tuits desconsiderados y provocadores. La columneta declara, sin tapujos, que si se somete a un riguroso striptease ideológico, está en condiciones de expresar una mensurable (del latín mensurabilis) opinión. Es decir, una opinión lo más objetiva posible, elaborada a partir de medir, pesar, comparar, evaluar el proyecto INE, al que para preservar la indispensable secrecía que estos asuntos exigen, lo llamaremos con todo sigilo: presidencia/INE/presidencia. De este álgido y a la vez candente tema, seguiremos presuponiendo más adelante.
La columneta expresa su sentida y profunda condolencia por el fallecimiento de la compañera Rosario Ibarra de Piedra. Nuestro pésame se dirige a Rosario, Claudia, Carlos, Jesús, pero incluye a todos los perseguidos, presos y exiliados a los que doña Rosario entregó años y años de su vida. Los saltillenses le debemos reconocimiento y orgullo por haber nacido en nuestro solar nativo.
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