En medio de una descomunal campaña de intoxicación mediática de los aparatos de propaganda y operaciones sicológicas de Estados Unidos y la OTAN, la guerra híbrida de “Occidente” contra Rusia con epicentro en Ucrania obstaculiza la posibilidad de una salida negociada con cese de hostilidades a un conflicto donde, utilizada como carne de cañón, la población ucrania pone la cuota de sufrimiento y muerte.
El 12 de marzo de 1999, el ingreso de la República Checa, Polonia y Hungría marcó el inicio de la estrategia expansionista de la OTAN sobre las fronteras de Rusia (criticada por G. Kennan, W. Perry, H. Kissinger, J. Mearsheimer y N. Chomsky), que fue seguida de la revolución naranja de 2004 y el putsch de 2014 en Ucrania, lo que derivó en una guerra civil de ocho años en el Donbás y la invasión rusa en febrero pasado.
El diario francés Le Figaro exhibió el carácter internacional de la guerra, al develar que comandos especiales de la Fuerza Delta del Pentágono y de las SAS (Servicio Aéreo Especial), el cuerpo de élite del ejército británico, llevan a cabo operaciones clandestinas en territorio ucranio y estarían al mando del ejército local. No obstante, la imagen que intenta vender la propaganda otanista sobre la “heroica resistencia ucrania” y la “contraofensiva” del ejército local, es ficción.
La verdad sobre el terreno es otra. Rusia no quiso tomar Kiev para derrocar a Volodymir Zelensky, sino sitiar la capital para obligarlo a negociar. El 12 de abril, el presidente Vladimir Putin dijo que el avance de las tropas rusas iba lento para “minimizar pérdidas” y la “operación militar” cumplirá sus objetivos con “calma, hasta completarlos totalmente”. Y acusó a Zelensky de haber llevado las negociaciones de paz a un punto muerto con falsas acusaciones de crímenes de guerra rusos.
El 15 de marzo, a tres semanas de iniciada la intervención rusa, en un mensaje por videoconferencia a los líderes de los países nórdicos y bálticos reunidos en Londres por el premier Boris Johnson, Zelensky había aceptado que Ucrania no ingresaría a la OTAN. El 30 de marzo siguiente, en Estambul, los negociadores de Ucrania y Rusia parecían haber logrado avances sustanciales para un cese de hostilidades. Según el jefe de la delegación rusa, Vladimir Medinsky, su contraparte ucrania había aceptado por primera vez, por escrito, desistir de ingresar a la OTAN e instalar bases extranjeras en su territorio y no desplegar armamento ofensivo que pudiera ser considerado una amenaza por Rusia.
Con ello se comprometía a asumir un estatus de neutralidad (militar), a condición de que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (China, EU, Francia, Gran Bretaña y Rusia) así como Alemania, Canadá, Israel, Polonia y Turquía se convirtieran en garantes del acuerdo. Esos eran los tres objetivos esenciales que Rusia había presentado para su firma a Joe Biden antes del 24 de febrero y que EU rechazó. Los otros dos objetivos estratégicos de Putin eran “desmilitarizar” y “desnazificar” Ucrania.
Con el objetivo de descarrilar las negociaciones, entre el 15 y el 30 de marzo Biden calificó a Putin de “criminal de guerra”, “dictador asesino”, “carnicero” y anunció el envío de más armas a Ucrania.
En relación con la “desmilitarización”, de acuerdo con el ex coronel del Estado Mayor y la inteligencia suiza, Jacques Baud, en los seis primeros días de su ofensiva militar en Ucrania, Rusia consiguió destruir en tierra a la aviación ucrania; neutralizó las estructuras de mando e inteligencia y las principales rutas logísticas dentro del territorio; cercó al grueso del ejército rival concentrado en el sureste del país, y ocupó la central de Chernobyl para evitar sabotajes.
Entrenado por los servicios de inteligencia de Inglaterra y EU, Baud dijo que la ofensiva de “desnazificación” rusa se concentró en las ciudades de Járkov, Mariupol y Odesa, cuya defensa corría a cargo de milicias paramilitares adscritas a la Guardia Nacional (dependiente del Ministerio del Interior y entrenadas para el combate urbano), como los regimientos Azov, Pravy Séktor y Aidar, integrados por neonazis, supremacistas y mercenarios extranjeros. Para el ataque a un área urbanizada los civiles son un problema. Por eso Rusia buscó crear corredores humanitarios para vaciar las ciudades de civiles y combatir a las milicias más fácilmente, dijo Baud. Pero el batallón Azov, que no respeta las costumbres de la guerra, los usó como “escudos humanos” según demuestran videos censurados en EU y Europa.
Ex jefe de operaciones de mantenimiento de paz de la ONU, Baud calificó de “acto delictivo” la imagen romántica de la propaganda occidental sobre la “resistencia popular” ucrania, que llevó a la Unión Europea a financiar la distribución de armas a la población civil. Armar a ciudadanos civiles los convierte en combatientes. Es decir, en objetivos potenciales. Dijo que la guerra debe dejarse en manos de militares y cuando un lado ha perdido, debe admitirse. Y si va a haber resistencia, es imprescindible que sea dirigida y estructurada por un mando castrense. Pero “utilizar a la población ucrania como carne de cañón para luchar contra Rusia”, fue una decisión irresponsable de la UE.
El 12 de abril Putin afirmó que “la confrontación con los neonazis de Ucrania” era “simplemente, cuestión de tiempo”. Y denunció que la “operación sicológica” en Bucha fue una acción deliberada para inculpar a Rusia y dejar en punto muerto lo acordado en Estambul. (De paso, invisibilizó mediáticamente las denuncias rusas sobre los laboratorios de armas biológicas patrocinados por Hunter Biden, George Soros, Goldman Sachs y el Pentágono en Ucrania, y la tortura del ejército ucranio a los prisioneros de guerra rusos).
La OTAN usa la guerra híbrida porque no tiene capacidad para una guerra convencional con Rusia, que cuenta con sistemas avanzados de disuasión estratégica incomparables en Occidente. El 13 de abril Rusia consideró “objetivo militar legal” transportes de EU y la OTAN que lleven armas a Ucrania, y advirtió que atacará “puestos de mando” en Kiev, lo que se había abstenido de hacer hasta el presente. El puerto estratégico de Mariupol ha quedado devastado. Bloqueados en la planta siderúrgica Azovstal, anoche residuos del ejército ucranio y 400 mercenarios eran bombardeados por Rusia. La caída de Mariupol daría un giro a la guerra.