Tanto los magros resultados en el ejercicio de revocación de mandato como la derrota de la reforma eléctrica en la Cámara de Diputados demuestran que ha llegado la hora de reflexionar seriamente sobre los problemas internos que aquejan al movimiento de la Cuarta Transformación. No todo es culpa de los adversarios externos, de los traidores del PRIANRDMC, de los medios vendidos a la oligarquía o de los falsos demócratas que encabezan las autoridades electorales. Los morenistas también tenemos la culpa.
La jornada electoral del pasado 10 de abril tendría que haber convocado por lo menos la misma cantidad de votantes que sufragaron por Andrés Manuel López Obrador en 2018. En aquel año, el candidato presidencial de Morena se encontraba en una situación mucho menos favorable que en la actualidad. No sólo tuvo que lidiarse con los mismos consejeros electorales corruptos y periodistas chayoteros de hoy, sino también con un masivo operativo de Estado dirigido desde Los Pinos para comprar y manipular voluntades en su contra. Recordemos también que en 2018 Morena era un partido pequeño que apenas recibía 10 por ciento del financiamiento público electoral.
En contraste, hoy López Obrador cuenta con todas las ventajas que implica ocupar la Presidencia de la República y además tiene una tasa de aprobación de al menos 65 por ciento de la población, como el segundo líder más popular en el mundo, de acuerdo con la empresa Morning Consult. Adicionalmente, Morena es hoy el partido mejor financiado en todo el país, con prerrogativas federales y locales que suman más de 4 mil millones de pesos anuales.
En estas nuevas condiciones, las urnas se tendrían que haber desbordado en favor del Presidente. Pero ocurrió justo lo contrario. En lugar de aumentarse la votación, se redujo a la mitad. En 2018 sufragaron 30 millones de ciudadanos en favor de López Obrador, pero en 2022 sólo 15 millones.
El destino de la reforma eléctrica también habla de una importante merma en la efectividad política de Morena. Durante la primera mitad del sexenio, López Obrador logró la aprobación de una serie de 18 reformas constitucionales que en su conjunto cambiaron 55 artículos de la Carta Magna, incluyendo modificaciones históricas en materia de democracia participativa, combate a la corrupción y a la impunidad, política fiscal, apoyos sociales, igualdad de género y seguridad pública.
Pero ayer la muy importante reforma eléctrica que recuperaría la rectoría del Estado sobre este ámbito estratégico de la economía nacional fue parada en seco por un pequeño grupo de diputados del PRIANRDMC al servicio de las empresas trasnacionales. Debemos denunciar y exhibir a estos supuestos representantes populares como los traidores que son. Pero también tenemos que reconocer que no nos encontraríamos en la situación actual si Morena hubiera tenido un mejor desempeño electoral en las últimas elecciones federales.
En 2021 Morena perdió más de 50 curules en la Cámara de Diputados frente a 2018, resultado sobre todo de la merma en su votación en los centros urbanos más importantes del país, como la Ciudad de México, Toluca y Puebla, entre otros. Durante la legislatura anterior, Morena junto con sus aliados del PT, PVEM y PES sumaron 330 diputados federales (https://bit.ly/3ryaFp7). Sólo hacía falta sumar cuatro votos de la oposición para alcanzar la mayoría calificada requerida para aprobar reformas constitucionales. En contraste, en la legislatura actual la coalición obradorista suma apenas 277 curules, dejando una brecha de 57 diputados que el PRI ha aprovechado al máximo para tumbar la reforma eléctrica (https://bit.ly/3Oj4sqR).
La culpa por esta situación evidentemente no la tiene López Obrador, sino sus operadores políticos, quienes no han sabido convertir en votos la enorme popularidad del Presidente. Instalados en la burocracia y sobreconfiados en sus ejércitos mercenarios, Mario Delgado y sus compinches han ido destruyendo paso a paso la capacidad organizativa del partido, dejando cada vez más solo al Presidente y empoderando a chapulines que no comparten los principios fundacionales del partido de no mentir, no robar y no traicionar.
Afortunadamente, en los últimos meses se ha levantado un clamor generalizado de parte de los morenistas más auténticos en favor del rescate de su movimiento. El éxito de la pujante Convención Nacional Morenista será quizás la última oportunidad para revivir al partido. La Convención ya reúne más de 200 consejeros de Morena, tiene presencia en 27 entidades federativas del país y celebrará importantes eventos este sábado 23 en Azcapotzalco y domingo 24 en Toluca (https://morenademocracia.mx/).
El futuro de la Cuarta Transformación dependerá de la capacidad de autocrítica y de movilización autónoma de la militancia morenista en favor de la rectificación del rumbo antes de que sea demasiado tarde.
Rosario Ibarra de Piedra, imprescindible luchadora por la justicia y la democracia, in memoriam