Xalapa, Ver., La laguna San Julián, la más grande de los 32 cuerpos de agua que conforman el sistema lagunar del puerto de Veracruz, hogar de patos buzos, garzas y gaviotas, se encuentra en peligro. Quienes viven a su alrededor alertan que su superficie se ha visto mermada de forma dramática desde hace unos cinco años, durante los cuales ha perdido hasta 10 metros de sus orillas.
Vecinos advirtieron asimismo que el lirio acuático, que antes sólo se encontraba en los bordes, ahora ocupa casi un tercio de la superficie de la laguna. El vegetal impide la circulación de oxígeno en el cuerpo de agua, y pone en riesgo a los diversos tipos de peces que viven en él.
Para tratar de sanear la laguna, los pobladores se organizaron en brigadas, y cada domingo realizan faenas de limpieza. Desde las siete de la mañana y hasta el anochecer, pescadores y ciudadanos en general toman pequeñas embarcaciones, se adentran en las aguas y arrancan el lirio con machetes.
“Pero no nos damos abasto, no tenemos suficientes lanchas para cruzar, el trabajo dentro del agua es muy cansado. Y como la raíz de la planta se queda debajo del agua, vuelve a surgir. Necesitamos que las autoridades se involucren y nos ayuden a rescatar la laguna”, afirmó Nancy Martínez Espinoza, una joven lugareña que mostró el sitio a la corresponsalía de La Jornada en Veracruz.
En el sitio nada se sabe de las autoridades ambientales, pese a la importancia de la laguna San Julián, que además de ser hogar de aves y peces, es una reserva de agua dulce para los más de mil habitantes de la comunidad asentada a sus orillas, y es un vaso regulador que evita inundaciones en el puerto jarocho.
Los residentes entrevistados nunca han visto a Juan Carlos Contreras Bautista, secretario del Medio Ambiente estatal, ni a Paul Martínez Marie, presidente de la Comisión de Medio Ambiente del Congreso local, tampoco a Ricardo Colorado Alfonso, director de medio ambiente en el ayuntamiento porteño.
“Necesitamos que las autoridades y las empresas portuarias se involucren en la conservación de la laguna, que nos ayuden a frenar la contaminación y a evitar su extinción, que no extinga como ha ocurrido con otros cuerpos de agua de Veracruz”, dijo Martínez Espinoza.
“Tengo miedo de meterme y que me salgan ronchas”
Gloria y Arlet García Martínez recorrieron la laguna recientemente en compañía de su prima Nancy Martínez Espinoza. Crecieron en San Julián, chapoteando, lanzándose al agua a la menor provocación, y conocen cada rincón del lago.
“Nunca creí que podría caminar en el lecho de la laguna sin mojarme siquiera los pies; hace cinco años el agua me habría llegado al pecho”, comentó Arlet, mientras su prima asentía con la cabeza. “El agua llegaba hasta donde están aquellos árboles (a unos 10 metros) y nuestra principal atracción era tirarnos clavados”, agregó.
Las primas recordaron que las mejores tardes de verano de su infancia ocurrieron cuando sus madres les pedían que se zambulleran en el agua para sacar caracoles. O cuando sus padres tiraban la red o el anzuelo para atrapar sábalos y carpas.
“Los caracoles eran deliciosos; los preparaban a la mexicana o al mojo”, mencionó Nancy Martínez, que ahora camina entre los caracoles muertos en lo que fue el lecho de la laguna.
En un punto del recorrido, de norte a sur del lago, las mujeres señalaron hacia el tercio más lejano, que no se lograba apreciar a simple vista. Hoy el agua deja de mirarse bajo el lirio que se ha extendido sobre su superficie.
“La parte más crítica es esta zona, donde el lirio se ha extendido por más de una hectárea”, mencionaron. Saben que el lirio crece rápidamente en cuerpos de agua donde hay contaminación, y que si no se hace algo pronto, las plantas acabarán con el oxígeno en el agua y matarán a los peces.
“Cuando éramos niñas, mi abuela nos decía que nos laváramos los dientes con la arena del fondo de la laguna. Ahora tengo miedo de meterme y que me salgan ronchas”, apuntó Arlet.
El atractivo natural de esta laguna, situada entre dunas cubiertas por vegetación baja y cerca de árboles de almendro, hule, guamúchil y palma de coco, así como la abundancia de peces, hicieron que más de 10 restaurantes de mariscos se establecieran a un costado.
“En aquellos años había competencias de lanchas, ferias, bailes. La gente montó sus restaurantes para que los visitantes pudieran comer mientras disfrutaban de la vista. Pero ahora la laguna se está secando”, expuso Nancy Martínez.
Los colonos ven con preocupación la disminución dramática del lago ocurrida en los últimos años. Temen que, de no hacer nada, ocurra lo mismo que con otras lagunas de Veracruz, que se han extinguido.
“Hasta hace cinco años, la laguna recorría uno o dos metros en temporada de estiaje y luego, en temporada de lluvias, recuperaba su nivel. Pero de 2017 a la fecha el corrimiento se ha intensificado; son más de diez metros y lo que más nos preocupa es que en tiempo de lluvias ya no recupera su altura”, mencionaron Arlet y Nancy.
De igual manera, consideraron necesario que las autoridades dedicadas al cuidado del medio ambiente volteen a ver al lago, y se involucren en su conservación.
“Necesitamos saber si el agua está contaminada y qué tipo de contaminación es; también es urgente averiguar por qué está disminuyendo el tamaño de la laguna y que nos ayuden a controlar el lirio acuático que la ha invadido”, dijeron.