Hay un cierto contrasentido en la pretensión –sea real o no– de Elon Musk por comprar la empresa Twitter. Esta se define como “un servicio de micro-blogueo y redes sociales, en la que los usuarios envían e interactúan mediante mensajes conocidos como tuits”.
Con esta transacción, Musk quisiera explícitamente tener su propia red social y ser el dueño único. Esto expresa una significativa contradicción de nuestro tiempo y destaca el papel creciente que tienen diversas formas de comunicación social.
¿Hasta dónde es compatible la noción de “red social” bajo la tutela de un hombre de negocios indudablemente audaz, como ha mostrado Musk y que es, igualmente, un especulador connotado, sofisticado y provocador?
Musk fundó Paypal (vendida posteriormente a e-Bay), SpaceX, Deep Mind Technologies, Tesla y The Boring Company. Forbes estima actualmente su fortuna en alrededor de 219 mil millones de dólares. El aumento de tal patrimonio ha sido vertiginoso en los dos años anteriores, pues en 2020 se estimó en 24.6 y en 2021 en 151 mil millones. Jeff Bezos, de Amazon, ha sido desplazado al segundo lugar y su riqueza se sitúa en 171 mil millones de dólares.
Musk ha usado la gran influencia que ha adquirido para sacar partido financiero provocando el alza del valor de las acciones de sus propias empresas. Recientemente lo hizo en Tesla, la compañía que produce autos eléctricos, y eso lo llevó a un serio conflicto con la Comisión de Bolsa y Valores, entidad reguladora del sector en Estados Unidos (SEC por sus siglas en inglés).
Lo hizo también en Twitter cuando, recientemente, compró acciones hasta por el equivalente a 9.2 por ciento del capital y cuya valuación, cuando anunció la intención de compra, pasó de 2.89 mil millones de dólares a 3.7 mil millones, un aumento de 27 por ciento. Tras esa adquisición inicial tuvo la oportunidad de ocupar un lugar en el consejo, la que rechazó y en un tercer acto hizo una oferta de 43 mil millones de dólares para comprar Twitter y ser el dueño único.
La empresa reaccionó aplicando una fórmula conocida como “poison pill”, literalmente una píldora envenenada. Esta es una forma defensiva para prevenir que otra entidad se haga del control accionario o, de plano, la compre íntegramente. Además, Vanguard, el segundo mayor inversionista, aumentó su posición accionaria y desplazó a Musk.
La oferta del magnate por cada acción de Twitter fue de 54.20 dólares. Antes, en 2018, Musk hizo una oferta por las acciones de Tesla en el mercado de 420 dólares por cada una. Ese número se asocia con el ambiente de consumo de cannabis y la misma SEC declaró que Musk había escogido ese número por aquella referencia y para divertir a su novia. En todo caso, este hombre ejerce una suerte de fascinación entre sus seguidores sea por una u otra razón y son 81 millones los que tiene en Twitter.
Hay un par de cuestiones en la polémica abierta entre Musk y Twitter. Una tiene que ver con el argumento del primero de que con la compra que ofrece hacer se ampliará la libertad de expresión en dicha red a la que ha señalado por imponer la moderación en la comunicación entres sus usuarios. Musk quiere que cada usuario pueda escoger o diseñar su propio algoritmo para decidir qué mensajes recibir. Esto mismo había sido ya considerado por Jack Dorsey, el fundador de Twitter.
Otro asunto se refiere a la afirmación de Musk de que él podrá explotar mucho más ampliamente las oportunidades que ofrece ese negocio, en términos del número de usuarios y de los ingresos derivados de la publicidad.
Se ha dicho que Musk encuentra valiosa a Twitter porque ahí se puede decir lo que se quiera sin mayores consecuencias, lo que Trump llevó al límite hasta que fue excluido de la red. Twitter es, en efecto, una plataforma muy influyente, un medio muy eficaz para difundir los mensajes de políticos, empresarios, celebridades, periodistas y otros personajes.
Musk quiere influir en cómo funciona Twitter y cómo modera a sus usuarios en el ámbito del discurso público. Lo que pone en evidencia la relevancia acerca de quién controla una empresa con ese poder actual y potencial.
Al respecto puede destacarse la dicotomía entre intemperancia y moderación que se advierte cada vez más en las redes sociales. Otra cuestión remite al sentido y las consecuencias de dejar en manos de personas como Musk y en un momento como el actual, el control de una red como Twitter.
Recientemente Musk declaró que: “Tengo la fuerte intuición de que tener una plataforma pública en la que hay mucha confianza y que es ampliamente inclusiva será extremadamente importante para el futuro de la civilización. Y no me interesa el aspecto económico”. Algo de megalomanía parece haber en lo dicho. Cada quien podrá pensar el sentido que tiene todo esto. Pero abrir este camino a la par de los que ya existen, llenos de piedras es, cuando menos, algo en lo que habrá que reflexionar.
Cuando pienso en asuntos de este tipo, como el que ahora se plantea en torno a la figura y los modos de Musk con Twitter, o bien, en los que existen alrededor de Facebook, Google y demás, no dejo de recordar a George Orwell.