En abril de 2002, un golpe de Estado derrocó al presidente de Venezuela Hugo Chávez. Pero con un final diferente a los otros golpes conocidos. Derrocado el 11 de abril y tres días después, rodeado de una multitud que lo aclamaba, retornó al Palacio presidencial de Miraflores, afirma Pedro Krieger en líneas que sintetizo.
Desde que Chávez ganó las elecciones en diciembre de 1998, los dos grandes partidos tradicionales –Acción Democrática (AD) y Copei– junto a empresarios, los principales medios de comunicación y el gobierno de Estados Unidos, tejieron una red conspirativa para derrocarlo. Se negaban a reconocer que había arrasado en las elecciones y tenía un inmenso apoyo popular. Chávez comenzó la tarea de transformar las estructuras políticas y sociales de un país definido como la “Venezuela saudí”, por su riqueza petrolera pero con una mayoría de población pobre. Para lograrlo, necesitaba una nueva Constitución, redactada en 1999 por la Asamblea Nacional Constituyente y aprobada por mayoría en un referendo
También había una nueva política exterior independiente de Washington. Chávez se propuso darle mayor entidad al conjunto de países productores de petróleo y sus vínculos con Kaddafi en Libia y Saddam Hussein en Irak no fueron bien vistos en Washington. Manifestaba simpatía con la revolución cubana, condenó la invasión a Afganistán en 2001 y cuestionó el Área de Libre Comercio para las Américas. A Washington no le faltaban motivos para deshacerse de un presidente que cuestionaba las políticas neoliberales abrazadas por casi todos los gobiernos de la región. En febrero de 2002, el Washington Post reprodujo declaraciones de un funcionario del Departamento de Estado que anunciaba: “si Chávez no arregla las cosas pronto, no terminará su periodo”. Funcionarios del Fondo Monetario Internacional afirmaban que “no tendrían problemas” en respaldar económicamente a un eventual “gobierno de transición”. Por primera vez en la historia de América Latina y el Caribe fracasó un golpe de Estado. Tal vez la principal enseñanza para cualquier gobierno que se diga “popular” y pretenda tocar intereses de los más poderosos es que la movilización social es clave para mantenerse en el poder (https://bit.ly/3KNNkHN).
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