Domingo de Pascua, día de celebrar el paso hacia lo anhelado: justicia y equidad, ante todo. Limpieza del aire y de la naturaleza. El papa Francisco lo llama casa nuestra. Sí, en su encíclica Laudato Si’.
“Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra… nos sustenta, y gobierna… produce diversos frutos con coloridas flores y hierba. Es una hermana que clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella.
Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla… la violencia en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en suelo, agua, aire y seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra…” ( Laudato si’, p. 1).
¡Impecable diagnóstico pontificio!, convoca a la integralidad de la lucha social por justicia e igualdad, por naturaleza limpia y rescate de los recursos naturales. Por ello sobresale la justeza de nuestra trípode constitucional. ¡Gran visión de nuestros constituyentes del 17! Somos una nación donde privados y públicos debemos coordinarnos para crecimiento y desarrollo, lo asegura el 25 constitucional. Una nación que se exige adecuada utilización de recursos naturales… que son propiedad originaria de la nación, dice el artículo 27. Una nación que impulsa el desarrollo, el empleo y la lucha contra la desigualdad y la precariedad, con el control estatal impecable y justo de los sectores estratégicos, lo postula el artículo 28.
Es la “trípode” constitucional esencial de nuestra vida nacional, tres principios rectores de nuestras luchas nacionales por la justicia, contra la miseria y la desigualdad. También por la limpieza del aire y de los recursos naturales y a favor de la disminución gradual de la temperatura que agobia al mundo. A favor también del abatir al máximo las emisiones de gases de efecto invernadero que lo pauperizan.
Por eso la urgencia de la transición energética en el marco de la lucha contra la desigualdad. Hacia la limpieza integral (huella de carbono) de la naturaleza, sin reduccionismos. El corto plazo es reduccionista por esencia, si no se integra en la larga duración, dice nuestro profesor Braudel. Limitada perspectiva, limitada visión y limitada aspiración exigirán ulteriores revisiones. El encono ha impedido acceder a esa perspectiva generosa de largo plazo, no deben negarse diferencias ni disputas, pero la generosidad de miras debe sobresalir, darle el sentido de futuro que requiere.
En la electricidad descansará –al menos por el momento– la limpieza del aire y de la naturaleza, con renovables y limpias. El mundo entero debe registrar un dinamismo eléctrico por debajo del crecimiento del producto, por mayor eficiencia, pero –paradójicamente– por encima, muy por encima del mismo crecimiento del producto y de otras formas de energía, por electrificación creciente, condición indispensable para limpiar la naturaleza, con fuentes descarbonizadas, renovables y limpias sujetas a impecable y honesta ingeniería de costos. Sin rentismo, sin especulación, tan comunes hoy.
Con factura eléctrica descendente, por bien de los usuarios y posible por los cambios técnicos, actuales y futuros. Sólo esto nos permitirá colaborar firmemente en la limpieza de nuestra casa común. La de nuestros hijos y nietos. También la casa de sus hijos y sus nietos. ¡ Laudato si’… mi signore!
De veras.
NB ¡Se nos adelantó el brillante compañero electricista Francisco Carrillo Soberón! ¡Qué pena! ¡Abrazo a su familia! ¡Y a nosotros… lo extrañaremos!