La cámara no sólo funciona como un instrumento para capturar las imágenes en movimiento planificadas previamente por un cineasta. También es posible convertirla en una mirilla o un mirador, un aparato presente, pero cotidiano y generar lo que el cineasta Mak C. K. (Singapur, 1978) denomina documental observacional, como una técnica y un modelo en que los protagonistas van revelando ante la lente y el micrófono sus traumas, heridas y miedos más profundos, que irán apareciendo en la pantalla.
Así le ocurrió con el capitalino Érick Cid, a quien conoció durante su primera visita a la Ciudad de México, en 2015, al rentar en la plataforma Airbnb el departamento de su novio. Pese a su reticencia inicial, los tres acabaron saliendo a tomar unas cervezas y mirar una final de tenis. Ya no miraron el juego pues el joven capitalino acabó relatándole su vida a ese completo desconocido.
“Fue un momento de desahogo porque no había platicado antes con nadie acerca del tema y me abrí con él. Fue hablar con un extraño de algo que me estaba matando por dentro y que me dejó tranquilo porque pensé que no nos íbamos a volver a ver”, explica el consejero y activista.
El proceso, lento y progresivo, le llevaría no sólo a denunciar el asalto sexual que sufrió a los 17 años de edad al abordar un taxi luego de intentar celebrar su cumpleaños en la Zona Rosa. No sólo acabó amenazado si denunciaba el incidente, sino contagiado de VIH, sin poder denunciar o tomar terapia, presa de un trauma que le costó una década para lograr compartirlo con sus núcleo más cercano.
La película, Un viaje en taxi (One Taxi Ride, México-Singapur, 2019), tomó más de cuatro años en realizarse pues era un proceso muy delicado y mucho menos que la cámara estuviera. Tampoco se encontraba en los planes del director, al que la historia simplemente se le cruzó en el camino y lo escogió a él, recuerda el protagonista.
“Creo que lo mismo pasó conmigo. Yo no escogí que fuera así, simplemente las cosas pasaron y se dieron. Fueron 10 años que esta agresión estuvo guardada dentro de mí y me estaba lastimando y doliendo. Entonces, haber conocido a Mak, poder hacer este documental y llevárselo a más personas, fue mi terapia, la catarsis de lo que estaba viviendo y para mí llegó el momento de sanación”, explica.
Ganadora del octavo Premio Maguey a Mejor Película en el 34 Festival Internacional de Cine de Guadalajara, Un viaje en taxi se encuentra disponible para su renta en la plataforma FilminLatino desde finales de marzo.
Una campaña de impacto
La película previa del director, Little People Big Dreams (Singapur-China, 2014), también es un documental observacional y aborda las complejas historias de los empleados de un parque de diversiones chino, todos ellos enanos explotados y abusados, que formó parte de la Muestra Documental del Festival Internacional de Cine Documental de Querétaro, Doqumenta, en 2015, del que Román Rangel Ordóñez es director de Programación.
“Primero vino al festival de Guanajuato y nos preguntaron si queríamos tener en Querétaro a este cineasta de Singapur. Teníamos pocos años de existencia y, obviamente. cualquier invitado internacional era bienvenido. Nos hicimos amigos y me contó del proyecto de trabajar la historia de Érick, aún sin tener del todo claro si sería un cortometraje o una entrevista. Pero al conocer a la familia de Érick, se dio cuenta que ahí había una película de largometraje”, rememora Rangel.
Como programador profesional, la propuesta le emocionó mucho al ser una historia que nunca había visto abordada ni como un documental observacional sobre una familia en México y mucho menos tocando temas tabú no sólo en el país sino en Singapur donde no existe una ley que proteja a los hombres de abuso sexual.
Una vez concluido el trabajo, Mak le pidió a Rangel unirse como productor de la película y organizar una campaña de impacto para realizar y registrar una gran gira de exhibición por toda la República mexicana, pero era un plan tan ambicioso que tuvieron que reducirlo a sólo tres funciones en Guadalajara, Ciudad de México y Querétaro, en las que mucha gente no sólo se conmovió sino que se abrió para relatar que había sufrido agresiones similares.
“Cuando me di cuenta que la gente iba a poder ver el filme me dio mucho miedo porque iba a llegar a mis agresores, a mi familia, a mis amigos, a futuros trabajos y no sé qué tanto pudiera a afectarme, sobre todo para mal. Dejó de ser personal para volverse público y eso tiene un gran peso, debes cuidar lo que dices. Me tocó ser terapeuta de muchas personas. Después del documental, sentí que mi vida tomó el rumbo que estaba destinada a tener”, finaliza el consejero y activista en Instagram y YouTube con la cuenta @SoyErikCid.