Ciudad de México. En la Ciudad de Mexico hay cerca de siete mil trabajadores no asalariados que subsisten por medio de varios oficios, uno de los más antiguos es el de ropavejero, cuyos pregones todavía se escuchan en colonias como La Roma, Condesa y Juárez.
Los ropavejeros compran principalmente fierro viejo, documentos y archivos muertos en papel, cartón, aparatos como estufas y refrigeradores que ya no funcionan entre otros.
Benito Cruz oriundo de Huachinango, Puebla, desempeña ese trabajo desde hace 15 años.
En un horario de nueve de la mañana a las cuatro de la tarde, cada día recorre las calles de esas colonias con un carrito diseñado por él mismo al cual le adaptó dos llantas de coches, con capacidad para cargar una tonelada de artículos de esos materiales.
Pregona sus servicios mediante una bocina que a la vieja usanza: “cosas que ya no le sirvan le vengo comprando, le compro fierro viejo, aparatos, baterías de carro, periódico, monedas, cosas que ya no le sirvan le vengo comprando” .
Un transeúnte en esa colonia comenta que entre los libros que recolectan los ropavejeros se llegan a encontrar verdaderas joyas bibliográficas como enciclopedias y libros del Siglo IX, que pueden compararse a los ropavejeros por pocas monedas.
Comenta que en alguna ocasión dio 100 pesos por dos libros del Siglo XVII encuadernados en pergamino que había conseguido un ropavejero.
También los aficionados a las antigüedades suelen hacerse clientes de los ropavejeros quienes llegan a contar con artículos y muebles valiosos por sus años y material del que están hechos como el peltre o caoba.
Contrariamente a lo que pudiera pensarse hay mucha competencia pues existen varios personas que se dedican al oficio que sigue existiendo en las 16 alcaldías de la Ciudad de México.
Pero uno de los cambios que ha sufrido este empleo es que muy pocas personas regalan lo que ya no quieren sino que lo venden.
Actualmente todos estos materiales se llevan a reciclar en Colonia Doctores, siendo el papel el más socorrido.