Señoras y señores diputados del Partido Revolucionario Institucional (PRI):
La crisis del desarrollo estabilizador duró tres sexenios y se saldó con el ascenso al poder por la tecnocracia neoliberal, la cual demolió a conciencia durante 30 años lo mucho de bueno que se había construido desde el fin de la etapa armada de la Revolución Mexicana. No sólo sucumbieron la industria, el poder adquisitivo de los salarios, varias instituciones fundamentales y la siempre complicada búsqueda de equilibrios para preservar la soberanía; el neoliberalismo barrió también con consensos nacionales, afectó elementos identitarios, abolió la movilidad social y la redistribución de la riqueza, desgarró el tejido social y acabó de destruir un proyecto de país que tuvo aspectos detestables y admirables, y que fue una singularidad en el mundo.
El remplazo forzado de la ideología y del programa del PRI llevó en 1987-88 a un proceso sucesorio traumático que se saldó con el golpe de Estado electoral de los neoliberales. El ala progresista del partido, en alianza con organizaciones de izquierda, ganó la elección presidencial y el ala derecha recurrió al fraude para, en los dos sexenios siguientes, aplicar lo sustantivo del programa económico de Acción Nacional e iniciar una lenta entrega al partido que se fundó para oponerse a los avances del cardenismo.
No les fue bien; su historial antidemocrático y su incapacidad para construir una alternativa al modelo que los propios tecnócratas priístas habían destruido los llevaron a perder la Presidencia en 2000. Una mayoría de la sociedad pensó que el PAN, auténticamente gerencial y pretendidamente democrático, podría hacerlo mejor que un tricolor desdibujado y a la deriva. Y el partido de ustedes se acomodó a mantenerse, ya en calidad de socio menor, en el cogobierno de facto que Salinas y Fernández de Cevallos habían establecido en años anteriores; y en la docena trágica panista nunca, ni ante la corrupción monumental ni ante la entrega de la soberanía ni ante la guerra contra la población, lanzó sobre Fox o sobre Calderón los destemplados y furibundos adjetivos que ahora la dirigencia nacional de ustedes endilga al gobierno de López Obrador.
Se entiende: la cúpula priísta tenía razones pragmáticas y metálicas para actuar así, porque, pese a la derrota de 2000, la complicidad en el fraude de 2006 le permitió conservar una importante tajada de poder y de cargos que no sólo permitió el enriquecimiento personal de muchos, sino que sirvió para acumular fuerzas –y dinero– para reconquistar la Presidencia.
En honor a la verdad, Peña Nieto fue síntoma, no causa, del derrumbe definitivo del priísmo: es muy ilustrativo de la debacle el que una figura política tan huérfana de atributos y de luces fuese aclamada como el salvador del partido; y es muy revelador del músculo monetario el que una revista gringa lo destacara en su portada como el salvador de México. En realidad –ustedes lo saben perfectamente– Peña fue un candidato gestado en el endometrio de Televisa, un cuento de hadas que el PRI abrazó a falta de proyecto y de rumbo y que acabó leyendo en un teleprompter la agenda dictada por los intereses trasnacionales y la delictuosa oligarquía local. Y así le fue a su partido: de 38 por ciento de los votos en 2012 (pongámosle que no compraron ni uno solo) a 16 por ciento en 2018.
Esa misma agenda, impuesta en el marco del Pacto por México, es la que hoy se opone desde Va por México al rescate de la nación. Pero hoy, a diferencia de lo que ocurría en 2000 y en 2006, el modelo neoliberal se encuentra en bancarrota en el mundo y el partido de ustedes está no lejos de la bancarrota electoral. Cuando el país se esfuerza en avanzar por un camino propio, con justicia social, desarrollo desde abajo, soberanía, libertades y democracia, el que ustedes se empecinen en servir a los intereses enemigos de la nación sólo puede llevarlos a confirmar su ruta a la nada.
La cuasi unanimidad de su bancada no se basa en convicciones ni en espíritu de cuerpo; si así fuera, no habría destacados gobernadores priístas que colaboran, por encima de la diferencias, con la Cuarta Transformación. Nadie ha dicho que ustedes sean tontos; los pretextos dizque ambientalistas y economicistas contra la reforma eléctrica se han caído uno a uno y el dictamen de la reforma eléctrica ha retomado la mayor parte de las propuestas opositoras. Así, ustedes y nosotros somos conscientes de que en el momento actual están siendo presionados –y seducidos con tentadoras ofertas– por el poder de las corporaciones y por gobiernos extranjeros para votar contra México y en favor de Iberdrola, Enel, Repsol y demás zopilotes energéticos.
No sé, piénsenlo: ustedes ya acumularon dinero más que suficiente. Ahora, si no son capaces de tener un poquito de sentido de patria, concédanse al menos, y concédanle a su partido, tantito futuro político.
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