“Si llega el apocalipsis, estaré haciendo teatro callejero frente de una fogata de basura”, asegura Robert Eggers, director de El hombre del norte (The Northman). “Por ahora, con el Armagedón apenas evitado, si puedes, ve al cine… es sólo que… tiene que ser vista en grande”, insiste el cineasta, quien a los 38 años, y luego de tres cintas, se está haciendo de un nombre como autor. Debutó en el festival Sundance, con el título de horror The Witch, ganándose el reconocimiento como mejor director; después estrenó el drama surrealista The Lighthouse, y ahora presenta una entrega sangrienta inspirada en el folclor vikingo islandés.
La película es muy masculina, tanto que parece improbable en un director cuya escena más agresiva había sido un lucha homoerótica entre dos trastornados veladores. Para Eggers, también es una sorpresa. “Es extraño para mí haberla hecho”, explicó a The Independent. “Es una cultura que honra la violencia, además es una película ambientada de mucha acción. Así que, cómo hago que la violencia sea emocionante y entretenida sin glorificarla”, agrega el director, quien todavía no está seguro de haber recorrido esa línea exitosamente.
El también guionista nacido en Nueva Hampshire, Estados Unidos, es conocido por el rigor de sus investigaciones y el cuidado que pone en crear sus mundos. Pero esa minuciosa empresa no siempre se lleva bien con las obligaciones de una producción taquillera y un calendario de rodaje. “Mi tiempo estuvo más dividido que nunca. El elenco es muy grande. Pasé la mayor parte de la preproducción enviando correos a actores, lo que era muy frustrante”, relata Eggers.
Entre los abundantes ejemplos que la poca flexibilidad trajeron al director se encuentra “esta escena en la que no me gusta la luz, pero sólo podíamos estar en esa locación un día. Teníamos los caballos, los extras, el cráneo, todo. Si fuera una película chica, habría hallado la manera de no filmar ese día”, suspira.
Sin embargo, el estudio permitió al cineasta trabajar con sus habituales cabezas de departamento, gente que sabe lo que él quiere y cómo es. “Entre más trabajo con alguien, más libertad se tiene porque las mentes se conectan. Me pueden decir: ‘Ese no eres tú. En realidad no quieres eso’, y tendrán razón”, aclara.
Eggers también fue alguna vez “alérgico” a los vikingos. El machismo lo repelía, así como los supremacistas blancos que se han mal apropiado de la mitología nórdica. Pero las cosas cambiaron cuando visitó Islandia en la primavera de 2016. “No se parecía a nada de lo que había visto. La grandeza, la antigüedad, la cualidad de otro mundo. Fue la experiencia más poderosa que he sentido, y eso es muy vergonzoso de decir, pero sentí como si los dioses nórdicos estuvieran realmente ahí”, narra.
“Me destruiría un poco grabar un celular”
No se considera religioso per se; su trabajo levanta el velo entre el mito y la realidad. “Vivimos en una sociedad tan secular ahora, sin un acceso fácil a lo sublime o lo profundo. Lo que me atrae de esas culturas pasadas es que el mundo mitológico es el mismo que el real”. Por eso el cineasta sostiene que nunca hará una película de la actualidad. “Me destruiría un poco tener que grabar un celular”, argumenta.
En su primer viaje a Islandia, Eggers conoció a Sjon, el reconocido poeta islandés cuya pericia aprovechó para El hombre del norte. Fueron presentados por Björk; “ella le envió un mensaje a mi esposa en el que decía: ‘Vengan, estoy preparando salmón. Invité a mi amigo Sjon y a su esposa, Asgerdur (cantante de ópera). Creo que se llevarían bien’”. La cantante tenía razón, terminaron trabajando juntos. “Estaba muy asustado de preguntarle a Sjon; necesitaba un escritor islandés. Muchos creen en los espíritus de la tierra y en hadas, así que alguien con esa comprensión cultural era muy importante para mí. Sjon fue el árbitro del gusto. Él siempre tenía la última palabra sobre si algo era realmente islandés”, agrega el cineasta.
Aunque de depender de Eggers la película habría sido hablada en viejo nórdico, fue hecha en inglés. “Tal vez algún día pueda autofinanciar mis propias históricas épicas, como Mel Gibson, pero tenía que estar en inglés”, lamenta el director. Los actores hablan con un acento nórdico. “No sé ni siquiera si es una buena idea que el elenco tenga ese acento que creamos”, acepta Eggers, quien tampoco quería utilizar tonos estadunidenses o británicos para su vikingos. “Dadas las opciones, creo que elegí la mejor… espero”.
El director también tuvo que hacer cambios en las muestras anteriores al corte final, proceso que Eggers describe como “brutal”. “Sjon me dijo: ‘Somos gente creativa e inteligente. Si no podemos interpretar las notas del estudio de una manera en la que estemos orgullosos, entonces simplemente no estamos trabajando lo suficiente’. Ésa fue la única manera de hacer”, exhala y ríe.
Sin embargo, el cineasta también aclara que la presión del estudio hizo de la película algo mejor. “El producto final es la película de la que estoy orgulloso, y es la que yo quería hacer”.
El hombre del norte ya está disponible en salas de cine.