Madrid. Las matanzas cometidas en Ucrania han devuelto al lenguaje político el término “genocidio” en boca, por ejemplo, del presidente estadunidense, Joe Biden, y de su par ucranio, Volodymir Zelensky. Penalizada por el derecho internacional, esta forma de exterminio es difícil de demostrar en el frente jurídico.
El término fue acuñado en 1944 por el abogado polaco Raphael Lemkin, que unió el prefijo griego genos –raza o tribu– con el sufijo latino cidio –muerte–, para dar nombre a los abusos perpetrados por la Alemania nazi contra minorías, especialmente contra la comunidad judía.
La Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) adoptó la palabra en 1946, pero fue con la aprobación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, que entró en vigor en 1951.
Más de 150 países, Rusia y Ucrania incluidos, han suscrito este tratado, que recoge los ecos de condena tras el Holocausto para tratar de penalizar los actos de abuso dirigidos en específico contra un grupo por razones de nación, etnia, raza o credo. También figura como tal en el Estatuto de Roma, base operativa del Tribunal Penal Interncional.
La definición establece, por un lado, que debe haber un elemento físico, es decir, un acto, y otro mental, o sea, una intención. Esta segunda variable es la más difícil de demostrar, ya que requiere tener pruebas de que los autores preveían el extermino (no vale con la destrucción cultural o con la intención de simplemente dispersar a un grupo).
En el caso de Ucrania, Zelensky considera claro que Rusia perpetra un “genocidio”, la “eliminación de una nación”. Su discurso se ha radicalizado luego de que su gobierno divulgó imágenes de cadáveres en localidades cercanas a Kiev, como Bucha, controladas hasta hace unos días por las fuerzas armadas rusas.
Ejemplos históricos
El consenso es más generalizado en el caso de los Balcanes, por ejemplo, con la matanza de musulmanes en Srebrenica. O en Ruanda, donde 800 mil personas murieron víctimas de la etnia tutsi. En otros casos, la mera catalogación sigue siendo objeto de debate y presión política, como la matanza de armenios perpetrada en 1945 por el Imperio Otomano.
En lo que coinciden todas las voces es que la humanidad no es inmune en el siglo XXI al riesgo de que sigan perpetrándose genocidios, tanto en tiempos de guerra como de paz, como apuntó en entrevista la asesora especial de la Organización de Naciones Unidas Alice Wairimu Nderitu.