Ensayo de un crimen o La vida criminal de Archibaldo de la Cruz (por su título en el extranjero) es una de las realizaciones más enigmáticas del director aragonés Luis Buñuel. Filmada en 1955, como una versión muy libre de la novela homónima de Rodolfo Usigli, la cinta explora los delirios narcisistas y los intentos criminales de Archibaldo (Ernesto Alonso), burgués de voz afectada, obsesionado con la idea de llegar a perpetrar un asesinato sin móvil aparente, complemente gratuito, un crimen perfecto. Desde su lecho en un hospital donde se atiende una crisis nerviosa, recuerda su infancia como hijo único consentido por una madre frívola, de quien recibe como regalo una caja musical. Ese objeto se vuelve para el niño un fetiche poderoso por su poder mágico de eliminar a todo enemigo o persona indeseable.
En esa fantasía persistente en un Archibaldo adulto, los personajes adversos por destruir son las mujeres, objetos de su deseo culpable, personajes a la vez fascinantes y temidos. La ironía mayor para este misógino amoroso es que cada esfuerzo homicida se volverá un acto fallido. El azar o la intervención de un tercero habrá de frustrar siempre la faena criminal. Ensayo de un crimen es la disección filosa de ese largo anhelo malogrado, y su protagonista encarnará un remedo de dandi muy atildado y anacrónico que se une a la galería de burgueses que Buñuel ha presentado en El ángel exterminador, El diario de una recamarera o con malévolo desenfado surrealista, en El discreto encanto de la burguesía.
Luego de los celos enfermizos de aquel respetable caballero de Colón (Arturo de Córdova) en Él (Buñuel, 1952), vendría tres años después la obsesión mitómana de Archibaldo. El santo varón homicida había deseado de niño la muerte de su institutriz, y una bala perdida de la tropa revolucionaria se encargó de abatirla por una ventana; muchos años después, el hombre amenaza con asesinar a la monja enfermera que lo atiende, y ésta muere accidentalmente al caer por el cubo de un elevador; finalmente, cuando prepara la muerte de su futura esposa, a la que luego descubre infiel, quien se ocupa del crimen no será él, sino el amante. Sólo su providencial encuentro con Lavinia (Miroslava) habrá de sublimar su delirio homicida en un ritual sutilmente perverso.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 17:30 horas.