El arte sacro mexicano se encuentra metido en un hoyo negro: el robo y tráfico de estos bienes es recurrente debido a la falta de un marco legal que lo defina y la carencia de un catálogo nacional que ayude a combatir su desaparición, sostiene el arquitecto Javier Martínez Burgos.
El especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) dice que no se conocen las cifras del saqueo y tráfico de este tipo de obras: “Nunca se ha podido concretar el llamado catálogo nacional de estos bienes culturales que siguen en templos y comunidades en el país. Hay mucho hurto de pintura, lienzos que formaron parte de retablos y aparecen en estas subastas o en las galerías de arte. El problema es que no lo tenemos registrado y no todo se denuncia”.
De acuerdo con Martínez Burgos, “estos objetos son utilizados para el lavado de dinero, porque sirven muy bien para comercializarse en el mercado negro del arte y, obviamente, exportarse del país con relativa facilidad, pero ese es un punto rojo que está envuelto en uno más grande: no sabemos en realidad qué tenemos en las manos”.
Cuando lo roban, continúa, a veces las personas sólo consideran su valor simbólico, “no se dan cuenta de que quizá era del siglo XVII, que aunque no era de un artista reconocido tenía la importancia de su antigüedad y de la técnica, y quien se dedica a ese ilícito tiene muy buen ojo y sabe reconocer esos valores”.
El ex titular del Departamento de Bienes Culturales del Patrimonio Universitario opina que hay dos acciones urgentes y básicas para la protección de estas obras: generar un marco legal, o sea, definirlas para poder establecer cuál es el universo de obra, y un inventario oficial y bien desarrollado. Ahora ese registro se hace de forma voluntaria y el INAH lanza campañas a cada rato para que hagan inventarios técnicos locales, pero es una invitación.
Para él, la sección de la Guardia Nacional especializada en temas de patrimonio cultural “es un gran paso, pero que no deja de ser inútil a veces si lo otro no está hecho, o sea, tienes ya un policía, pero si éste no sabe qué va a proteger, pues de nada te sirve.
La pieza puede salir a otro país, relata Martínez Burgos, porque “entre los requisitos no está que avales la propiedad, lo cual con los objetos prehispánicos sí pasa. ¡Cuántos retablos barrocos maravillososque se hacían en los siglos XVII y XVIII andan por ahí como piezas de arte ornamental! En las galerías de la Zona Rosa hay segmentos que se venden como esculturitas”.
Hace énfasis en que estos bienes “son parte de nuestra historia. Muchos son expresiones que se dieron exclusivamente en nuestro territorio como resultado del sincretismo entre la cultura occidental y la cultura americana, particularmente la indígena, y son piezas excepcionales, no las vas a encontrar en ningún otro lado del planeta.
“Hablamos de pinturas murales y de caballete y escultura, que tienen la particularidad de que fueron hechas con mano de obra indígena y sus técnicas de manufactura, muchas de ellas ya extintas, pero con los preceptos de los modelos occidentales. Hablando del concepto de lo virreinal, no son iguales a las de Centro y Sudamérica”.
Martínez destaca que el arte sacro se puede entender como “la producción de los elementos asociados al culto cristiano o católico; en todo caso, lo que tenemos es una temporalidad: del siglo XVI al siglo XIX.
El académico de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacio-nal Autónoma de México destaca que cuando se conjuntan los valores “de antigüedad, calidad de su mano de obra, técnica, el renombre de quien la hizo y, a veces, la excepción de que quedan pocos ejemplos, pues empiezan a adquirir mucho valor.
“Es complicado hablar de la aplicación de la ley para el arte sacro porque en algún momento salieron de las iglesias, templos, conventos y demás, y hoy muchos pertenecen a particulares. Así es posible exportarlos a través de un procedimiento administrativo sin complejidad.
“Es delicado cuando hablamos de los bienes que todavía están en custodia de la Iglesia, que carecen de control y luego aparecen a la venta, o se los roban.”
Relata que ha visto en comunidades alejadas y humildes cuadros de artistas reconocidos. Por ejemplo, en un municipio del estado de México, “un cuadro que parecía de la mano de Cabrera, reconocido pintor del siglo XVIII, lo vi arrumbado en la iglesia. Todo eso forma parte de ese hoyo negro en el que está metido el arte religioso”.