Uno. A juzgar por los medios occidentales, en la guerra de Ucrania van ganando los civilizados que, en apenas 30 años, sepultaron a cinco países en el averno: Afganistán, Irak, Libia, Siria y Yugoslavia (balcanizada en siete estados). A más de la franquicia otorgada a la democracia de Arabia Saudita para acabar con la autocracia de Yemen, y el genocidio en cámara lenta de Palestina, concesionado desde 1948 a los demiurgos de la “tierra prometida”. Y que ahora van por el premio mayor: toditita Rus… ¡perdón! toditita Europa.
Dos. ¿No que iban por Rusia? Bueno, está por verse. La guerra de Ucrania (entidad fantasma vaciada de instituciones y presidida por el judeo-nazi Volodymir Zelensky, que dos meses atrás ni el último de los borrachos hubiera incluido entre los líderes de Occidente) era para entrar en calor. Por ejemplo, el general y jefe del Pentágono, Mark Milley, acaba de decir frente al Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara Baja: “La guerra durará, ‘probablemente’, muchos años”.
Tres. Por ende, gran victoria de la anomia y estupidización programada por el poder mediático occidental. Ejemplo: la etiqueta #¡todos-somos-Ucrania!, con un impacto infinitamente menor al de la bofetada que el actor Will Smith dio al comediante Chris Rock, quien se burló de la alopecia de su esposa. Así, ya lo sabe: #¡todos-somos-Will-Smith!
Cuatro. Ídem con el caso del ministro de Perú que propuso un sistema de autopistas “como el de Hitler”. Pero como el imaginativo funcionario omitió que tal sistema sirvió de modelo para el de Estados Unidos, la embajada de Tel Aviv en Lima no le hubiera exigido (quizá), que se retracte. Sin embargo, cuando Zelensky intervino por videoconferencia en el Parlamento griego y presentó a dos héroes del batallón neonazi Azov, los demiurgos de la “tierra prometida” hicieron mutis por el foro.
Cinco. Lo importante es que el documental de Oliver Stone Ucrania en llamas (2016) ¡volvió a YouTube! Eso sí: bajo la advertencia de que tiene un contenido “ofensivo e inapropiado” (sin “consumo de tabaco”, felizmente). YouTube había removido el documental por “violar” (sic), su “política de contenido gráfico o violento, que prohíbe que incluya imágenes de cadáveres, heridas graves, como miembros amputados o decapitaciones”. Sólo están permitidas las de cadáveres de torturados y decapitados en Bucha (Kiev), que sirvieron para expulsar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Cosa que el analista militar Scott Ritter puso en duda.
Seis. Ex oficial de inteligencia del Cuerpo de Marinos, Ritter fue inspector de la ONU, y en 2000 declaró que Irak no tenía armas de destrucción masiva (ADM), afirmando que la Comisión Especial de la ONU fue socavada por la CIA y Washington. ¿Y adivine qué le pasó? ¡Bravo!... adivinó: en 2001, Ritter fue acusado de hostigar a niños por Internet, y en 2011 purgó tres años en prisión.
Siete. “Las mentiras son necesarias cuando la verdad es difícil de ver”, decía Pablo Escobar Gaviria. Sin duda, el jefe del cártel de Medellín la tenía más clara que su alter ego, el genocida secretario de Defensa Donald Rumsfeld: “Como sabemos, hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que hay cosas que sabemos que no sabemos. Pero también hay cosas no sabidas que no sabemos: las que no sabemos que no sabemos” (2003).
Ocho. El 21 de mayo de 2003, el senador Robert C. Byrd (decano del Congreso), dijo con optimismo: “La verdad saldrá a flote”. Y como Estados Unidos es una democracia ejemplar (según El País de Madrid, Infobae y la revista Letras Liberales), el 8 de septiembre de 2006 (o sea, de medio millón a un millón de muertos después), el Senado concluyó que Irak no tenía ADM.
Nueve. En mis años de cinéfilo gocé con la comedia Dr. Insólito, o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba (Stanley Kubrick, 1964), con Peter Sellers. El filme termina con un grupo de personas que sobreviven a la guerra nuclear, y se oculta en minas de gran profundidad, donde la radiactividad no puede alcanzarlos. Allí permanecen 100 años, reproduciéndose para repoblar la Tierra, y planificando las guerras del futuro, cuando la radiación se haya disipado.
Diez. No subestimemos, entonces, el optimista discurso de Cantinflas en el rol de Lopitos, canciller de la República de Los Cocos, en una Asamblea General de la ONU ( Su excelencia, Miguel Delgado, 1967)? Lopitos cerró su intervención haciendo un llamado a “la libertad, la igualdad, el respeto, y que se practique el apoyo y el reconocimiento a cada nación por igual”. Palabras que a la distancia, suenan menos cantinflescas que las de los países vasallos de Washington.
Once. ¿Qué en las guerras nadie es perita en dulce? Puede ser. En fin, tomemos un respiro. Los dejo con el concierto número dos para piano del compositor ruso Sergéi Rachmaninoff, interpretado por la ucrania Anna Fedorova. Le hará bien: