Black Mirror, serie británica de televisión, se ha convertido en un análisis y referente distópico sobre cómo la tecnología ha afectado nuestra vida. A través de sus capítulos podemos reflexionar sobre las interacciones que construimos como sociedad y, al mismo tiempo, la relación que entablamos con la inteligencia artificial (IA).
Partiendo de lo anterior debemos reconocer que, en ocasiones, la realidad supera a la ficción. Por ejemplo, desde 2015, el gobierno chino ha trabajado en un proyecto de videovigilancia social llamado Skynet, por el cual las autoridades monitorean en tiempo real, así como un registro de información sobre cada uno de los ciudadanos, construyendo con cada dato recolectado la estrategia de prevención en seguridad pública.
De acuerdo con el gobierno chino, Skynet cuenta con más de 20 millones de cámaras de seguridad repartidas por todo el país que graban calles, parques y edificios; están equipadas con un sistema de reconocimiento facial. El país asiático afirma que, gracias a este programa, miles de fugitivos han sido detenidos y que han recuperado millones de dólares procedentes de la lucha contra la corrupción.
Tomando en consideración estas inversiones por China, cabe destacar que en el siglo XXI es claro que la inyección de capital económico y el desarrollo en IA están modificando los aspectos geopolíticos y de seguridad nacional a escala mundial; incluso líderes como Vladimir Putin han declarado que la IA “es el futuro para la humanidad”, detallando que “ofrece oportunidades colosales; pero también amenazas difíciles de predecir” y que “quien sea capaz de ganar esta carrera, tendrá el liderazgo”.
Pese a que Estados Unidos continúa siendo el líder global en este ámbito, el Departamento de Defensa ha señalado que firmas chinas se han convertido en inversoras claves dentro de empresas estadunidenses que se especializan en tecnologías con potenciales aplicaciones militares; el departamento hizo hincapié en que los CEO y dueños de estos conglomerados tienen conexiones con líderes chinos.
Es por lo anterior que luego de que las agencias de inteligencia de EU identificaron estos riesgos, desde 2018, el Departamento de Defensa comenzó a acelerar sus esfuerzos en adoptar planes de IA, buscando destinar millones de dólares de su presupuesto anual para crear una nueva oficina encargada en el desarrollo de proyectos en la materia, e incluso enfocándose en construir alianzas con investigadores dentro de Silicon Valley.
En febrero 2019, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó la orden ejecutiva sobre IA, por medio de la cual buscó que la nación estadunidense mantuviera el liderazgo internacional en ese ámbito, indicando que los cinco ejes prioritarios de la estrategia eran: el financiamiento en investigación y desarrollo por las agencias federales; la disponibilidad de información y recursos de cómputo federales para los investigadores e industrias de IA; el establecimiento de estándares para lograr que la IA sea segura y confiable; la formación de fuerza laboral, y un compromiso con países aliados para proteger la tecnología ante adversarios.
Hoy, frente a un mundo que se reconfigura, si Estados Unidos quiere continuar liderando el ámbito de la inteligencia artificial, es urgente que los responsables de la formulación de políticas públicas relativas comiencen a coordinarse para impulsar la inversión necesaria, porque no debemos dudar de que una de las grandes fortalezas de ese país es la innovación y la generación de conocimiento. Por ello es tiempo de que los dirigentes estadunidenses aborden los nuevos retos con una mirada en un futuro en el que las fronteras entre el mundo físico y el virtual se han ido desvaneciendo.