Lo que parece más sólido se puede volver endeble de la noche a la mañana. Es precisamente el caso de Alemania ante su dependencia de los energéticos. Año con año le compra a Rusia 4 mil millones de euros en hidrocarburos y este año gastará cerca de 6 mil millones de euros en la adquisición de gas natural y petróleo, debido al incremento de precios producto de la invasión a Ucrania.
Si Vladimir Putin cancela sus ventas de energéticos a Europa, el que más sufrirá las consecuencias será Alemania, que pasará por la peor recesión posterior a la Segunda Guerra Mundial. Cientos de fábricas tendrían que suspender sus actividades, miles de transportes dejarían de circular, la calefacción en fábricas y hogares se reduciría y el sistema eléctrico funcionaría en horarios restringidos.
Lo mismo sucedería si Occidente cancela las compras de energéticos a Moscú por las sanciones económicas. Alemania dejaría de recibir 55 por ciento del gas, 42 por ciento del petróleo crudo y 45 por ciento del carbón que compra en el extranjero.
El pueblo germano, por circunstancias de la historia, ha vivido momentos muy difíciles desde principios del siglo XX. El Imperio Alemán desapareció a partir de la Primera Guerra Mundial, con la pérdida de sus colonias, de 13 por ciento de su territorio europeo y de 10 por ciento de su población.
La nueva República de Weimar, que sustituyó al imperio, tampoco logró la estabilidad. Con un pueblo empobrecido por los altos costos de la Gran Guerra y la Gran Depresión de 1929 se generaron las condiciones para la Segunda Guerra Mundial que de nuevo afectó profundamente a este país.
Más adelante se vivió la guerra fría en un mundo dividido en dos ideologías, etapa que terminó en 1991 con la desaparición de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, cuando parecía que por fin Alemania alcanzaría la estabilidad a largo plazo.
Sin embargo, la globalización y la integración de cadenas de valor que beneficiaron al mundo entraron en un periodo de crisis con la pandemia y con la guerra, para pasar a la protección y la regionalización de las cadenas productivas.
El mundo cambia y Alemania tendrá que reconformar su sistema productivo y energético para adaptarse a la nueva realidad. Pero, por lo pronto, es un gigante con pies de barro que depende de los energéticos rusos.