Ciudad de México. La última vez que peleó en la Plaza de Toros México, Julio César Chávez era una bomba de tiempo a punto de estallar. Tenía 41 años y una carrera en declive, sufría los severos estragos de las drogas y el alcohol, una onda expansiva que había dañado de manera profunda su vida personal. En esas condiciones, el 21 de mayo de 2004 se despidió de su legión de seguidores. Aunque tuvo un par de combates más, esa noche en el ruedo representaba el cierre de una trayectoria legendaria e inigualable.
El rival del adiós también era simbólico, Frankie Randall, el Cirujano, quien cercenó de tajo el paso invicto al propinarle su primera derrota en 1994. La pelea de despedida en 2004, sin embargo, apenas fue un pálido recuerdo de los enfrentamientos que sostuvieron en los años 90.
Casi dos décadas después, Chá-vez regresará a pelear en la Plaza de Toros México, ahí donde se despidió de manera triste de las multitudes. Esta vez en un combate de exhibición en homenaje al entrenador Ignacio Beristáin, el 21 de mayo próximo.
Chávez titubea al recordar las imágenes de la última vez que pisó como púgil la Plaza de Toros México. “Tengo sentimientos encontrados”, responde parco y con la vista clavada en el suelo.
En los años recientes, regresó del retiro para sostener una serie de encuentros de exhibición ante Jorge Travieso Arce y con el hijo de su antiguo rival, el desaparecido Héctor Macho Camacho. Esas peleas amistosas por momentos parecían salirse de control para regocijo de los nostálgicos, pero después de la presentación con el puertorriqueño el año pasado, el ídolo mexicano anunció que no volvería a subir al cuadrilátero; esa sería su segunda despedida del boxeo.
Aun así, a sus casi 60 años, decidió aceptar otro regreso para homenajear al entrenador que ha forjado decenas de campeones del mundo y que forma parte del Salón de la Fama del Boxeo. Regresa sólo por Nacho Beristáin, alguien por quien siente un genuino cariño.
“Voy a volver por usted, porque lo quiero un chingo”, le dice.
Una relación que ambos describen como de “mucha química y respeto mutuo”, a pesar de que Beristáin sólo fue su preparador una vez, para el combate contra Miguel Ángel González, ahí mismo, en la Plaza de Toros México en 1998. Esa noche Julio César obtuvo un empate que enfureció a los más de 40 mil asistentes que reclamaron el veredicto. Y aquel ya no era el mejor Chávez, según recuerda su hermano Rodolfo en el libro Julio César Chávez. La verdadera historia (Aguilar, 2018).
“Desaparecía del campamento. Lo hizo como tres veces en plena preparación. Después me dijo un pajarito que se iba de parranda con los hermanos Arellano (Félix)”, recuerda Rodolfo Chávez sobre los conflictivos días previos a la pelea contra González.
“No será sencillo volver”, admite hoy Julio César; “de entrada porque la altura de la Ciudad de México ya me cuesta, porque yo vengo de nivel del mar, pero por Nacho vale la pena el sacrificio”.
Y recuerda que no sólo lo apoyó a él contra González, sino también cuando aceptó entrenar a su hijo, Julio César junior, para enfrentar a Saúl Canelo Álvarez. Una contienda tan esperada como decepcionante por la actuación del heredero.
“Nacho preparó a Julio y batallamos mucho porque mi hijo no hacía lo que debía”, reconoce Julio César; “Beristáin aguantó a pesar de que no tuvo las condiciones que acostumbra para trabajar y eso siempre se lo voy a agradecer”.
El rival de Julio César en la exhibición será otro de los campeones insignia de Beristáin, el ex campeón gallo y supergallo Daniel Zaragoza, de 64 años. El gimnasio de don Nacho se llama Romanza, acrónimo de sus dos mayores peleadores: Gilberto Román y Zaragoza.
“Siempre dije que Zaragoza era el boxeador más feo de México, pero lo voy a dejar todavía más feo, ni modo”, bromea Chávez.
Zaragoza, un peleador silencioso y amable, sólo anticipa que por respeto a Nacho, al público y a sus propias carreras, la de mayo será una exhibición muy fuerte.
“Somos boxeadores, nuestros cuerpos tienen memoria, cuando sientan los golpes despertarán como animales, eso no se oculta. Además, no podemos defraudar en un lugar con tanto significado como la Plaza de Toros Méxi-co”, finaliza.