Al llegar el cine a México, en 1896, se inauguró una nueva cultura comunicacional, creada desde la unión indisoluble entre periodismo, cine y literatura. Recuperar las implicaciones de este vínculo y entenderlo como fuente de información y proceso histórico es el punto de partida del libro Tinta, papel, nitrato y celuloide: Diálogos entre cine, prensa y literatura en México.
En entrevista con La Jornada, Francisco Peredo e Isabel Lincoln, coordinadores de la obra editada por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirman que el alcance de las industrias culturales suele estudiarse por separado, por eso los investigadores que participan ofrecen una mirada más integradora.
Peredo explica que “hay cuatro formas de interacción: cuando la literatura se publicaba en la prensa, es decir, ‘la novela por entregas’; después surgieron los libros unitarios, que dieron lugar a adaptaciones para cine; luego, la novelización de películas (narraciones de filmes), y el traslado de películas a una forma literaria, que ya no era considerada ‘alta literatura’”.
Además, agregó el también autor “se podría considerar una quinta interacción: la participación de intelectuales como Efraín Huerta, quien está en el terreno de la literatura por su poesía y en la prensa como crítico cinematográfico, como retoma Rafael López González.
“La cultura también se expresa en productos, por eso es fundamental revisar la literatura para comprender la historia. Carmen García da cuenta de ello en su estudio de los suplementos de instrucción, entretenimiento y moralización para la infancia durante el porfiriato.
“Asimismo, el análisis de Blanca Aguilar sobre la adaptación literaria de Los de abajo, de Mariano Azuela, y su publicación en el suplemento cultural El Universal Ilustrado, así como el trabajo de Pilar Mandujano acerca de los cuentos desde el punto de vista de las narradoras, son otras perspectivas de la visión romántica de la Revolución Mexicana.”
Cultura popular e influencias
El historiador expresó que “se trata de ver cómo convivía la sociedad con lo que la rodeaba; así, pues, está la participación de Magda Rendón, quien retrata al Zócalo como un lugar museográfico en películas como ¿A dónde van nuestros hijos? Es un espacio físico e ideológico que nos convoca a protestar por violaciones de derechos humanos o abusos de las élites; allí celebramos nuestra identidad cada año, y eso lo recuperan la literatura y el cine”, reflexionó.
“También incluimos el estudio de Alfonso Macedo acerca del texto La mujer que camina para atrás, de Alberto Chimal, donde cada aparición de esta mujer significa una tragedia; eso tiene mucho de cultura popular, relatos que vienen prácticamente de lo oral”, añadió la profesora Isabel Lincoln.
“Esos procesos –que primero sale en la prensa, luego se adapta al cine y se revierte a una literatura que es más popular– buscan introducir al público en lo que se denomina ‘alta literatura’ a través de la filmografía y la novelización, como abordan Isabel Lincoln y Jacqueline Sánchez”, refiere Peredo.
Lincoln detalló que “la novelización es un relato narrativo breve que cuenta la historia de la película por capítulos, con fotogramas internos de los actores para que el lector proyecte, de manera simbólica y visual, al personaje con el actor; a veces eran como historietas y se publicaban en revistas”.
“Es como lo que hacemos hoy: querer atesorar las películas que nos importan, porque nos gustaron y la queremos tener”, aclaró Peredo.
“Es importante recordar que en México hay una gran influencia de la cultura española, por la llegada de exiliados durante la guerra civil, como las novelizaciones de José Bolea y los filmes ambientados en España, pero con elenco y paisajes mexicanos, basados en la literatura de ese país, por ejemplo La barraca (adaptación de la novela de Blasco Ibáñez)”, apunta el coordinador del libro.
Por otro lado, Peredo se refiere a la aproximación de Federico Dávalos, “muy relevante, porque aborda el impacto de las industrias culturales y su significado en las sociedades.
“Hay una profunda relación entre las productoras de cultura: la música que escuchamos en las películas también se reproduce en la radio y luego se lee de ellas en suplementos culturales y revistas. Eso queremos rescatar: este entramado de industrias que son interdependientes para ser funcionales”, concluyó.
Tinta, papel, nitrato y celuloide: Diálogos entre cine, prensa y literatura en México puede ser adquirido en formato digital; próximamente llegará a la red de Librerías UNAM en formato físico. Mientras se reinician las actividades de manera formal, se puede contactar a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales para adquirirlo con cita a través del correo suscripciones@politicas.unam.mx.