Ciudad de México. La pregunta que no figuró en la papeleta, pero que sentenció el futuro de los organismos electorales, fue cayendo voto a voto en las urnas de las pocas y dispersas casillas donde la gente acudió a reiterar su confianza en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y, con ello, a derrotar las maledicencias de unos, las patrañas de otros y el desafío del último eslabón de la fuerza neoliberal en el país, el Instituto Nacional Electoral.
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Ernesto, adulto mayor, no votó en esta casilla, pero acompañó a su esposa, su hija y su yerno a “cumplir” con la “obligación ciudadana”; él no cambió, como los demás de la familia, la dirección de residencia, y luego del desayuno –ya son las 10:15– fue a depositar su voto.
“Para que vean los del INE que hicieran lo que hicieran no iban a poder dejarnos sin tomar parte de esto. Cuando hicieron tanta trampa para hacer fracasar la elección, más ganas nos dieron de venir a votar. Ya sabíamos, nuestros votos para el Presidente, pero también nos dimos cuenta: debemos darle un empujoncito a los del INE para que ya se vayan”.
No es un domingo igual, éste va a pintar en la historia porque le devuelve al ciudadano el poder de decisión, le permite reforzar el trabajo de un Presidente, o bien enmendar el voto fallido, rectificar el camino, para evitar un mal que dure seis años.
“Democratizar la democracia”, diría el sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos, y ésa parece ser la intención del gobierno al despojarse de la inmunidad que le otorga la elección sexenal para someterse al escrutinio de la gente.
Son las 10 de la mañana. La casilla ubicada en la primaria Manuel López Cotilla, ahí en la muy conocida glorieta de la Cibeles, en la Roma, no registra largas colas para votar, el entrar y salir de quienes acuden a sufragar es constante. Los restaurancillos de los alrededores están llenos. El ambiente, podríamos decir, es de contento. Algunos levantan el pulgar manchado de tinta para presumir su voto.
Junto a la escuela primaria donde se ubicó la casilla está el tradicional tianguis de El Oro, tres o cuatro pasillos donde se venden relojes que van de lo falso casi perfecto hasta el puesto de quesos donde don Ramiro levanta el pulgar ennegrecido de tinta y convida un pedazo de alguna de las variedades que se ofrecen, él asegura que su voto fue para que siga López Obrador.
En búsqueda de la casilla perdida, alguno poco enterado se para casi en la esquina de Popocatépetl y Ámsterdam, donde el INE ha colocado desde siempre un lugar para el voto, mira como tratando de reconocer el lugar, pero no halla ningún rastro de aquello a lo que estaba acostumbrado, esta vez los portones del estacionamiento donde actuaba el equipo electoral están cerrados, con las paredes desnudas de cualquier indicio de elección.
¿A dónde la cambiaron?, pregunta alguno, y no halla respuesta, pero aunque promete buscar el lugar para ir a votar, se alivia con un comentario: “qué bueno que se las quitaron de aquí. Los de aquí son bien reaccionarios”.
Con todo y que esta vez se trató de conculcar, con ataques de todo tipo, el ejercicio, eso que se llama conciencia ciudadana, para muchos en proceso de extinción y para otros ahogada en el oleaje del mercado neoliberal, tuvo nuevos brotes, éstos que llegaron hasta la única casilla colocada en la colonia Cuatro Árboles, allá por el rumbo del sobreviviente Aeropuerto de la Ciudad de México, que tenía una buena cantidad de votos en la caja.
“No tiene mucho chiste: todos votamos por nuestro Presidente”. ¿No le confundió la pregunta? “Un poco, pero ya nos habían dicho que habría trampa y que nos teníamos que poner buzas. Nos querían confundir, pero no se pudo”.
El 18 de junio de 2019, López Obrador propuso al Congreso de la Unión que la consulta para la revocación de mandato de la que ya había hablado se efectuara el 21 de marzo de 2021. Para el INE la consulta era imposible para la fecha considerada por López Obrador y la suspendió temporalmente por falta de presupuesto.
Por su parte, en la Cámara de Diputados se recortó el gasto del órgano electoral porque consideró que se excedía en gastos suntuarios, entre otros el salario de los consejeros, que rebasa al del Presidente de la República hasta en 60 por ciento.
Frente al recorte, el INE puso en entredicho la posibilidad de realizar la consulta, hasta que la Suprema Corte lo obligó a cumplir con la tarea constitucional. El INE contraatacó con otro cambio de fechas y así se llegó al 10 de abril.
No obstante, el fantasma de la anulación de la consulta, último intento por boicotear con un argumento aparentemente legal el ejercicio, recorrió las casillas. “¿Usted cree que nos vayan a anular la elección? Eso andan diciendo por ahí. Nos dijeron que para qué votar si la elección no vale. Por eso andamos preguntando, señalan con algún enojo María y Joselyn, mujeres jóvenes que intentan votar aunque no hallan su casilla.
Seguramente hubo votos con los que se eligió dar por terminado el mandato de López Obrador, y esto parece inscribirse en lo lógico. Mucha gente supuso que no ir a las urnas abría la posibilidad de hacer que el ejercicio fuera un fracaso y a muchos otros los inhibió el odio.
Por los terrenos de la Del Valle, donde El Paisa vende la mejor birria de la ciudad, Carlos Buenfil, ingeniero de profesión, sostuvo que fue tanto el rencor de los ataques “de un lado y de otro, que lo mejor es hacerse a un lado. Que se arranquen la piel si quieren, pero que no nos metan. Por eso no fuimos”.
Y es que con la experiencia y la maña, Lorenzo Córdova, más actor que árbitro en esta elección ya había explicado y amenazado con la posibilidad de anular la consulta, y eso se metió en la conciencia de muchos. “Ya lo dijo el INE, no van a valer los votos, ¿a qué vamos?”. Córdova no paró ahí, en alguna entrevista, de las muchas que concedió, él sí podía hablar de la elección, advirtió que él no iría a sufragar, consciente de que es su obligación por ley, pero lo que pretendía era desanimar a quienes lo escuchaban en caso de que pretendieran ir a las urnas.
No obstante, si bien no se alcanzó, al parecer –los números aún no eran definitivos–, la cantidad de sufragios requeridos para hacer vinculante el ejercicio, sí fueron a votar muchos más ciudadanos de los que hubieran deseado en otros ámbitos de la contienda.
Las casillas cerraron a su hora, y también a su hora abrieron, y por ahí hallaron a Mauricio Tabe, el alcalde en Miguel Hidalgo, metido en una fila tratando de convencer a la gente formada de no ejercer su voto.
Total, frente a todo lo que pasó en cuando menos los dos años anteriores, con las injusticias y las provocaciones, con las descalificaciones y las esperanzas, con todo ello, hay una cosa que es segura, hoy México ya no es el mismo.