Es pleno mediodía del domingo 10 de abril. Llego a mi casa de regreso de la casilla que, por primera vez en varios sexenios, me asignó el INE. En las últimas dos elecciones me correspondió la ubicada en la calle Cedros, entre Aída y Jardín. Por curiosidad, caminé, de mi puerta a la mesa receptora y la distancia es de escasos tambaleantes pasos. (Me refiero a los míos o los de alguien que se hubiera prevenido desde ayer contra la absurda ley seca de ayer). Durante años sufragué en la calle de Calero, en la residencia de don Carlos Gaona y Lupita, esposa de su vida. Hacía una corta cola saludando a casi todos los vecinos, votaba y luego me introducía a la casa donde me esperaba, lo que el enorme periodista y cuentista de Nuevo León, don Pepe Alvarado llamaba “un pálido jaibol”, que el anfitrión me tenía preparado.
Hoy, en la búsqueda de mi nueva casilla, no pude sino recordar al querido Andrés Henestrosa, el zapoteca oaxaqueño que aprendió a hablar la castilla hasta ya adolescente, y luego se convirtió en uno de los grandes escritores de México. Entre sus obras recuerdo ese bello libro de prosa poética, Los hombres que dispersó la danza. Se me ocurrió: ¿Habrá alguna posibilidad de que alguno de los capitostes del INE, hubiera conocido este título y de allí ocurrírsele presentar este domingo, un avance de su obra: “Los consejeros que dispersaron las casillas”? Aunque en esta tarea no se anduvieron con medias tazas. Los sitios de votación no sólo fueron dispersados, los escondieron, los camuflaron o, de plano, desaparecieron. Debo reconocer que la maniobra resultó exitosísima y con claros rasgos democráticos, por ejemplo: a mí me sacaron de los viejos barrios de San Ángel, y me remitieron a la parte poniente del Periférico, a 15 minutos en auto, donde en una solitaria escuela, acuerpado por tres señoras cordialísimas, emití plenamente satisfecho mi voto. Pero resulta que la familia con la que comparto la casa donde habito, que es nuestro común hogar, o sea Juan de Aquino, Norma, su esposa, y Wishi, hija de ambos (que llegó gateando hace 20 años y recién se titula de ingeniera agrónoma en la UAM), son oriundos de una ranchería llamada Sábanas de Xalostoc municipio de Coxquihuí, Veracruz. Pues resulta que de un plumazo les desaparecieron la casilla del pueblo y los mandaron a votar en Santana, paraje ubicado a 12 kilómetros. Les llamaron por teléfono y les informaron que el pueblo se está cooperando para pagar, entre todos, el transporte necesario para encontrar la casilla que les fue arrebatada. Claro que lo anterior se compensa con esta última noticia: en Tepetitlán, Villa de Macuspana, Tabasco, tendrán que viajar media hora en algún automotor si desean votar. Luego de donde: “lo que es parejo no es chipocludo.” O, como dijeran Ulpiano y otros cuates de la antigua Roma: Dura lex, sed lex.
Ya se cerraron las casillas y, en lo que continúan las averiguaciones, no me pude resistir a repetir unos cuantos renglones sobre mis obsesiones tantas veces expuestas en pasadas columnetas. Primero: se somete, por disposición constitucional a juicio de los ciudadanos al Presidente de la República. Es derecho de los primeros juzgar las acciones y comportamientos del segundo y decidir, en consecuencia, si éste debe seguir al frente del Poder Ejecutivo, ¿pero, así, en seco, sin acusaciones concretas ni pruebas corroborables? Pues sí, así fue el asunto del que nadie, persona física, moral o cosa, se responsabilizó formalmente. La denuncia, el enjuiciamiento, que la ley estipula como derecho universal ciudadano, no fue ejercido, ni siquiera por los más acerbos opositores. Ellos sí entendieron con claridad: pelear las batallas perdidas es una imbecilidad. Y esta es la “parajoda” de la que hablamos antes: la derecha nominal, es decir el PAN y sus, ghost financiers, entendieron que su conducta era un auténtico harakiri. Por eso recularon y, en un esfuerzo ya desesperado, mustiamente aceptaron que la consulta resultó un verdadero éxito, pero, gracias, gracias, a la eficaz intervención del INE.
Ustedes ya saben, para estos momentos, los resultados finales de la consulta. Los publicitan hasta las propias autoridades electorales. Atengámonos a ellos por lo pronto y dejemos un lugar para el regocijo. Yo, confieso, estoy muy contento.
Twitter: @ortiztejeda