A punto de iniciar esta colaboración a La Jornada, me topé en Facebook con esta cita, como caída del cielo; la tomo sin permiso para compartirla: “La educación es el pilar en el que se basa una vida productiva, es la herramienta espiritual que más utilizamos”. Es nada menos que de Gabriela Mistral, maestra y poeta chilena que estuvo en México en 1922, cuando se fundó la SEP; vino a colaborar con Vasconcelos, no es una causalidad este encuentro, coincide con un gran esfuerzo que está haciendo la Secretaría de Educación para involucrar a todos los docentes en la redacción del “Plan y Programas de Estudio de la Educación Básica Mexicana para 2022”.
La 4T, a pesar de imponderables como la pandemia y la guerra de Ucrania, con todas sus consecuencias políticas y económicas, a pesar de trampas, zancadillas, traiciones, va adelante. Afronta todo, el desarrollo de grandes regiones olvidadas, la defensa de la naturaleza con Sembrando Vida, una buena distribución de la riqueza, producida entre todos, con los programas sociales; obra pública y ahora algo fundamental, de lo que no se habla mucho, pero donde se hacen importantes avances. Me refiero a la educación.
Los programas políticos de partidos, las plataformas de los candidatos, el interés de la sociedad civil, se ocupan de muchos temas, como la democracia, la economía o la justicia; también de un asunto que desde mi punto de vista es de vida o muerte, al lado del calentamiento global, de la conservación de la paz social y de otro tema, insoslayable, la educación. La transmisión a las nuevas generaciones de los conocimientos y las experiencias sociales, las técnicas, las reglas para hacer las cosas y, lo más importante, los valores sociales, la necesidad de respeto y límites para permitir la convivencia y hacer efectiva la libertad.
En el siglo XX, derrotado el último reducto porfirista, vencida la dictadura de Huerta, apenas amainó la tormenta revolucionaria y se instalaron los primeros gobiernos relativamente estables, José Vasconcelos y los jóvenes universitarios a su alrededor se ocuparon de la educación; al principio y durante unos fructíferos meses, de la universidad; en seguida, de la fundación y la estructuración de toda una secretaría de Estado dedicada exclusivamente a educar: la SEP. En unos cuantos años, cuatro a lo sumo, todo cambió, fue la más duradera y constructiva obra de la Revolución Mexicana.
Se echó a andar un amplio programa; escuelas con edificios propios, grandes patios, aulas limpias e iluminadas (me tocó estudiar la primaria en una de ellas), un estadio, normales rurales, un programa de alfabetización y la divulgación de la lectura, libros al alcance de todos, muchos libros; también muchas ideas, el rescate de nuestra cultura, el apoyo a los artistas, el muralismo como emblema. La labor fue corta y contundente, pero el impulso inicial ha permitido continuidad y mucha congruencia a través del tiempo, a pesar de altibajos y de la última etapa neoliberal de abandono de la escuela pública.
El artículo tercero constitucional ha servido como proclama cívica; con muchos debates y tensiones, conservó un propósito que ha tenido continuidad, se ha mantenido de sexenio en sexenio, sea cual fuere la inclinación doctrinaria o la falta de ésta de los gobernantes. El momento crítico, en mi opinión, fue la reforma que dio marcha atrás a la definición de nuestra educación como “socialista”, que tanta inquietud y resistencia produjo. Creo que el efecto de la inclusión de ese adjetivo, dio lugar al nacimiento del PAN, en 1939, y también al esfuerzo del gobierno de Ávila Camacho, apoyado por Torres Bodet, para hacer de ese artículo, una especie de declaración de principios, de catecismo, de ideario nacional.
Primero, el derecho de toda persona a la educación y su corolario, la responsabilidad del Estado, no sólo de proteger el derecho, sino de hacerlo efectivo, proporcionar educación a quien la requiera y en todos sus grados, desde prescolar hasta posgrados; gratuita, obligatoria, universal, inclusiva y laica.
La Cuarta Transformación asume su compromiso de impulsar también en este campo fundamental un cambio participativo y de fondo; lo impulsa una maestra, la secretaria de Educación Pública, egresada de la Universidad Pedagógica Nacional, con varias maestrías, con experiencia en aula y en la dirección de una escuela primaria. La secretaria Delfina Gómez convocó al magisterio nacional a que sea “el principal mediador” entre el aprendizaje y la reflexión y los contenidos; es la invitación a participar en el programa curricular, ahora elaborado no de arriba abajo, sino desde las aulas.
Todos pueden participar, el SNTE, la CNTE, el magisterio con vocación e ideales, padres de familia y comunidad educativa; todos; no sólo estarán, como siempre, en la primera trinchera, ahora, si responden a la convocatoria, podrán tomar parte en las decisiones desde el cuarto de mando.