El vacío en el estadio La Corregidora fue como un grito. Querétaro regresó a su cancha sin público para perder por 1-0 ante unos Tigres con dos expulsados, uno de ellos por celebrar el gol. Las voces de los jugadores se distinguían claras, como sucedió durante los días más inciertos de la pandemia de covid en 2020.
Un duelo en el que retumbaron los ecos vergonzosos de la violencia desatada hace más de un mes en este estadio, cuyas gradas, pasillos y terreno de juego se convirtieron en campo de la barbarie. Lo reciente de esos acontecimientos mantuvo la alerta y se estableció un cordón de seguridad de tres kilómetros a la redonda con la policía municipal y estatal. Después de lo sucedido el 5 de marzo, el club Querétaro carga con la sanción de un año de veto a su cancha.
A pesar del castigo, la directiva del equipo solicitó a la Federación Mexicana de Futbol la autorización para realizar este partido a puerta cerrada, lo cual fue concedido. Para muchos aficionados, la presunta sanción ejemplar no lo pareció tanto con este permiso de regresar al Corregidora por esta noche.
Gallos no parecía consciente de que esa era su cancha, pues pronto se replegó como si defendiera algo inexistente. Tigres, por lo tanto, asumió la responsabilidad de controlar la circulación de la pelota. Con jugadores que pueden estallar en un juego ofensivo, Carlos González o André Pierre Gignac al frente, los universitarios tocaban en el área del Querétaro, siempre al borde de culminar las oportunidades.
Pero la posesión no se reflejaba en el marcador con el avance del partido. El entrenador de Tigres, Miguel Herrera, gesticulaba teatral, pues aquello no era un dominio verdadero; en realidad Gallos contenía con eficacia al rival.
El duelo se calentaba, cuando el zaguero Hugo Ayala disputó un balón muy apretado que le costó la expulsión por fuerza excesiva. La jugada fue revisada en el VAR y la sanción fue contundente, irreversible.
Con la ventaja numérica, Gallos tuvo una oportunidad inmediata. José Angulo recibió en el área, bajó con el pecho pero arruinó el primer disparo claro al arco en lo que iba del partido en 42 minutos. Y poco después, Ángel Sepúlveda desperdició otra con una palo-mita inútil.
La segunda parte fue un periodo de desesperación para el Querétaro. Sin lograr capitalizar la ventaja de tener un hombre más en el campo, los intentos se desperdiciaban, algunos de forma grosera como una que Ariel Nahuelpán dejó escapar de frente al arco.
Si no anotaba Gallos, también era por la destreza de Nahuel Guzmán que tapó un disparo de Sepúlveda y el contrarremate lo sacó sobre la línea Jesús Angulo, con un testarazo sobre la línea.
La única manera de forzar ese partido era por la sorpresa y lo consiguió con un asombroso tiro de larga distancia de Yeferson Soteldo, que fue el gol para Tigres cuando parecía imposible. La celebración del venezolano, sin embargo, derivó con el despropósito de quitarse la playera y ganarse la expulsión. Gloria y ruina del anotador.