Las grandes ciudades están condenadas. Eso lo sabemos. Tal es su juego, una demolición que nunca termina, barril sin fondo cuya desfiguración sería incomprensible si no resultara tan evidente buen negocio para unos cuantos inversionistas y sus clientes de alto poder adquisitivo. La gentrificación, como la llaman, es asesina de barrios y pueblos. Pero a quién le importa que haya pueblos dentro de la Ciudad de México, caníbal mayor. Visto desde las calles de los Mayorazgos y los alrededores del barrio capitalino de Xoco, todo rezuma neoliberalismo y auge inmobiliario. El peatón es una especie amenazada, y ahora que vamos despacio vamos a contar mentiras.
Una atractiva campaña en redes de la alcaldía panista de Benito Juárez y la CDMX morenista presenta fotos, maquetas y gráficos despampanantes. Quién hubiera dicho que el escondidito barrio de Xoco parecería pueblo mágico como por arte de magia. Fachadas de colores muy mexicanos. Calles con losado tradicional. Trae tu bicicleta, te va a encantar. El atrio de la iglesia quedó mejor que la maqueta.
La realidad es otra. Las golosinas de colores no ocultan que el meollo del asunto es la imperial, y en algún momento ilegal (ya le regularizaron los permisos que faltaban) Torre Mitikah, con su millón y pico de pisos y todos los servicios que pagarán felices los ricos, que son muchísimos. El centro comercial prexistente dará metástasis al otro lado de la calle Mayorazgo, de antemano condenada, otrora caminito real para peatones y ciclistas que transitaban entre el Metro Coyoacán y la avenida México-Coyoacán, la espléndida Cineteca Nacional y el heroico hospital público de Xoco, pasando por las instalaciones de la radio gubernamental. Trabajadores, estudiantes, cinéfilos, enfermos y sus familiares, o al menos transeúntes rumbo al barrio de El Carmen, Coyoacán.
El trayecto es, hace ya meses, un infierno. ¿Lo justifica el hecho de que está en proceso, disculpe-las-molestias-que-esta-obra-le-ocasiona? El polvo apenas permite respirar. El ruido de la construcción admite entre sus venas la circulación de los carros que escupe un flamante paso a desnivel digno de Santa Fe la popis. La oscuridad por las noches incluye largas y estrechas bocas de lobo, por más que se prometa un trayecto women friendly. Sin opción, cientos de transeúntes se aventuran diariamente. No hay casi aceras, ni espacio para ponerlas. Lo que sí hay, apabullantes, son estacionamientos enmascarados, de varios pisos. Y la torre, siempre arriba, erecta, rascando el cielo.
Tiene su historial. El cacareado logro urbanístico nació cuando gobernaban el país el PAN, y luego el PRI, la ciudad el PRD, y la alcaldía de marras el PAN. El coctel completo. Conocida por décadas la voracidad inmobiliaria en la residencial Benito Juárez, con la ductilidad corrupta del gobierno de la demarcación a su servicio, un día llegó el proyecto de un rascacielos inteligente para la esquina de Río Churubusco y avenida Universidad, bien posmo. Los vecinos de Coyoacán al otro lado del río, y sobre todo los pobladores de Xoco, pusieron el grito en el cielo, pero nadie les hizo caso. No era oportuno. Hubo amparos, denuncias, suspensiones cuando la obra ya era un hecho consumado. Llamaradas de petate. Momentos de nerviosismo de los inversionistas, no se les fuera a caer el proyecto.
Recordemos al olvidable titular pasado de Educación Pública, Aurelio Nuño, quien propuso salvar la obra amenazada instalando allí a toditita la SEP. Desastre vial garantizado. Después de 2018, la Torre Mitikah y sus satélites (que incluyen un hospital privado) se destrabaron y van viento en popa, contando incluso con las bases de Morena en el pueblo de Xoco a su favor, y con los residentes de la colonia fresa adyacente.
El peatón que esto escribe es vecino del rumbo y ha visto crecer al monstruo. Ha visto al bello panteón quedar encapsulado, pulmón de oxígeno, territorio comunal todavía. El lector se sorprendería de la importancia que revisten los panteones tradicionales de la CDMX para la integridad de los pueblos aún existentes de origen nahua. A dos cuadras, el edificio del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas está ocupado desde 2019 por mujeres otomíes que demandan vivienda y hoy es centro de las resistencias indígenas, para dolor de cabeza gubernamental.
La infraestructura peatonal prometida, el día que quede, confirmará que como en otros nudos viales de la ciudad el peatón es prescindible. Un andador atrapado entre el paso a desnivel y un estacionamiento particular enrejado conduce a un nuevo cruce de peligro. ¿Estamos en un barrio viejo o en otro entronque neurálgico de la urbe? En adelante, internarse en el barrio sobre esa calle, rumbo a las locaciones mencionadas, dejará claro que la publicidad gentrificadora en un insulto a la inteligencia. A ver con qué golosinas “mitigan” el impacto de Mitikah, el despojo y el desastre. El gigante queda como ganador absoluto. Qué logro del ogro inmobiliario.