Roma. La “subasta del siglo” de la venta del casino de la Aurora Buoncompagni Ludovisi quedó desierta por segunda vez el pasado jueves 7 de abril, por lo que fue programada para una tercera puja el 30 de junio, con un descuento de 20 por ciento, que se suma a uno previo.
De haberse vendido en el avalúo inicial de 471 millones de euros (poco más de 513 millones de dólares), hubiera pasado como el inmueble más caro de la historia. El ofrecimiento fue de 376 mil 800 millones de euros (401 mil 168 millones de dólares), con una participación mínima de 282 mil 600 millones (cerca de 310 mil millones de dólares).
Así, queda por debajo de algunos de los inmueble más caros vendidos hasta ahora, como el Château de Louis XIV, cerca de París, vendido por Christie’s en 2015 por 300 millones de dólares, aunque los más caros aún se encuentran en Hong Kong y Montecarlo. Algunos consideran que un inmueble de tal prestigio fue desvalorizado al ser incorporado a casas y locales comunes en quiebra, manejados por el tribunal.
El casino de la Aurora es considerado uno de los edificios más bellos del barroco romano. Por casino se refiere en italiano a un edificio agrícola, que en este caso formaba parte de un viñedo incorporado en una enorme propiedad que fue fragmentada en el siglo XIX. Fue comprada en 1622, por el cardenal Ludovico Ludovisi, sobrino del papa Gregorio XV. Desde entonces había pertenecido a la misma familia, pero la muerte del príncipe Nicolò Boncompagni Ludovisi, en 2018, arrojó a los herederos a un conflicto sucesorio que llevó al Tribunal de Roma a subastarlo para resolver el contencioso. Una mitad de las ganancias irá a la última esposa del príncipe, la texana Rita Jenrette, y la mitad restante a los tres hijos del primer matrimonio.
El precio estratosférico evaluado por Alessandro Zuccari –profesor en la Universidad La Sapienza, de Roma– no se debe al inmueble de dimensiones relativamente reducidas (2 mil 800 metros cuadrados), cuyo costo otorgado fue “tan sólo” de 41 millones de euros, ni a las estatuas de 4 millones, sino a las pinturas murales de 432 millones, según se lee en la página web del tribunal, gestionado por Fallco Aste, que reflejan el desarrollo estratificado de sus propietarios que la embellecieron a partir de Francesco del Nero en el siglo XVI.
Aloja la Aurora, de Guercino
El valor importante se debe a las pinturas murales de los grandes maestros, como la Aurora (1621) del Guercino que da nombre a la villa, pero sobre todo a la única pintura mural al óleo atribuida a Caravaggio y restaurada en 1990.
Situada en una bóveda de cañón, en un pequeño espacio en el primer piso del edificio, la pintura representa a los planetas Júpiter, Neptuno y Plutón (1597). Fue comisionada por el cardenal Francisco María del Monte, conocido no sólo por haber sido el primer mecenas de Caravaggio en Roma, sino por su interés en la ciencia. El ambiente era su destilería que debía dar prestigio al inmueble. La perspectiva en escorzo de los dioses semidesnudos que dialogan entre sí, después de haberse dividido el universo, representado como una esfera con los signos del zodiaco, dominan el cielo, el infierno y las aguas. Es considerada un “milagro de la perspectiva” según Carla Benocci, autora de la monografía más completa y reciente (2010) sobre la historia de la villa Ludovisi.
Las críticas al avalúo no son por la importancia de las obras, sino porque fueron consideradas objetos autónomos, vendibles como un cuadro, cuando son, en cambio, inamovibles e hiperprotegidas, siendo un inmueble clasificado como patrimonio nacional. El comprador adquirirá más que una casa una especie de museo sujeto a supervisiones del Ministerio de Cultura y a la presión que se abra al público. Deberá además desembolsar 11 millones de euros que fueron reducidos del costo total del casino y que deberá incluir un control termohigrométrico de la temperatura que asegure la conservación del aparato pictórico.
No sólo eso: el comprador deberá también encarar a una parte consistente de la opinión pública que espera que el edificio sea adquirido por el Estado, validando su derecho de prelación después de la adjudicación del inmueble. Lo demuestra el éxito de la campaña en contra de la subasta, el pasado enero, organizada por change.org, que rebasó las 38 mi firmas. El Estado difícilmente podría desembolsar una suma tal frente a la multitud de necesidades inmediatas que atender.
Marco Magnifico, el nuevo presidente del FAI (Fondo Ambiente Italiano), encargado de tutelar y valuar el patrimonio italiano, espera “que las próximas dos o tres subastas tampoco tengan éxito para llegar, gracias a los descuentos, a una cifra que permita al Estado italiano ejercer el derecho de compra”.
El académico y periodista Tomaso Montanari denunció esta venta como una especulación que impide al Estado su adquisición, tildando la estima de “absurda y vergonzosa”.
Sin embargo, hay también quienes como Massimiliano Tonelli, director de Artribune, consideran que el Estado no debe hacerse cargo de todo el patrimonio italiano que no puede mantener, puntualizando que el vínculo mismo del inmueble impide, por ejemplo, “realizar un hotel de hiperlujo que pudiera amortiguar simbólicamente el gasto, desanimando así la compra, como efectivamente sucedió”. Cree por ello positivo que los millonarios extranjeros “hagan sustentable la protección de nuestro inmenso patrimonio (…) podrían crear una gran fundación de arte abierta al público, un centro de estudios, un espacio para exposiciones”. Pero el comprador en realidad no está obligado a abrirlo al público.