Durante el confinamiento por la pandemia de covid-19 niños y adolescentes incrementaron de manera significativa el consumo de comida chatarra, el uso de videojuegos y el tiempo que pasan frente al televisor, de acuerdo con la Universidad Iberoamericana (Ibero).
En la investigación Educar en contingencia participaron 140 mil estudiantes de nivel básico y medio superior. Se advierte que casi una cuarta parte de los niños de primaria reportaron un consumo excesivo de alimentos chatarra (24 por ciento), aumento en las horas de videojuegos (29 por ciento) y más horas frente al televisor (51 por ciento).
Sobre los jóvenes de secundaria, se expone sobre todo un alza en el tiempo que dedican a las redes sociales, pues 49 por ciento así lo reportaron, y beber más cafeína, con 48 por ciento. En tanto, 26 por ciento dijeron que incrementaron las horas de videojuegos, 39 por ciento a la televisión y 30 por ciento comieron más alimentos no saludables.
En el nivel medio superior, también los jóvenes reportaron mayor interacción en redes sociales (65 por ciento), consumo de cafeína (55 por ciento) y de comida chatarra (44 por ciento). En relación con los videojuegos, sólo 17 por ciento indicaron que había aumentado el tiempo, y 28 por ciento invirtieron más horas frente al televisor.
En el estudio se destaca que, de acuerdo con diferentes especialistas, el aumento en el uso de videojuegos “puede conllevar a comportamientos adictivos, al tiempo que se afecta el cumplimiento y la atención a las actividades escolares en casa; se generan alteraciones en los ciclos de sueño y mayor sedentarismo, lo que a su vez afecta a la salud física y termina por comprometer la salud mental”.
Hilda Patiño Domínguez, directora del Departamento de Educación de la Ibero, expuso en entrevista que las repercusiones de la pandemia “van a ser muchas y a largo plazo”.
En el campo formativo, señala, “estábamos frente a una tragedia” que trajo deserción escolar.
Para los estudiantes, asegura, “representó una pérdida del significado de la educación, los jóvenes cuestionaron seriamente qué sentido tenía seguir en el sistema educativo; muchos se vieron obligados a trabajar, a apoyar a la familia. También hubo una especie de hartazgo, de aburrimiento. Hay malestar emocional, sobre todo porque la escuela les proporciona un espacio para socializar”.