He comentado con mis jóvenes alumnos la trayectoria y la personalidad de Carlos Madrazo. Nadie parece recordarlo, como si su presencia –intensa en los años 60– se hubiera borrado. Políticos profesionales y aficionados a la política de cierta edad lo recuerdan. A finales de esos años empezó una gran efervescencia, pues el sistema que había logrado prosperidad y la aparición de una clase media, mostró una enorme falla porque el autoritarismo pareció acendrarse, creando un desequilibrio entre una prosperidad que no era compartida por todos y un trato represivo y brutal contra las disidencias.
Hacia 1967, yo estaba en pleno establecimiento profesional; me iba muy bien en lo económico, pero, como muchos jóvenes, tenía vocación y ambición para participar en la política, y la única vía era el viejo PRI. Me entusiasmó el carisma de Don Carlos, ex gobernador de Tabasco y luego presidente del PRI, donde interrumpió su gestión ya que Díaz Ordaz lo corrió por presiones de muchos políticos que no estuvieron de acuerdo con el intento de democratizar al partido. Esto provocó agitación y molestó a los más conservadores.
Después de haber sido despedido, en lugar de replegarse como hacían los que caían en desgracia, empezó a hacer giras exitosas en universidades públicas y privadas y a despertar esperanza entre muchos jóvenes. Me sumé al madracismo, que respondía a la vocación reformista de muchos de nosotros. Aunque el movimiento era enteramente legal y jamás optó por ninguna fórmula violenta, el gobierno lo vio con desconfianza. En el verano del 68 tuvo un primer apogeo, pero su ruta se vio interceptada por el movimiento juvenil que reclamaba respeto a los derechos políticos fundamentales. Esto terminó brutalmente con la matanza de Tlatelolco.
Madrazo se replegó, detuvo su movimiento, pero el gobierno sintió que era un peligro latente. Con el auxilio del general Gutiérrez Oropeza, preparó un atentado, y en un viaje de Madrazo a Monterrey, hizo estallar el avión, matándolo a él y a otras 100 personas. Las revelaciones que se han hecho desde entonces no dejan duda de la atrocidad, pero nunca se investigó. Por supuesto, casi todos los asesinos están muertos y los delitos prescribieron. Pero 50 años después que tenemos la certeza de la infamia, podría intentarse hacer un esclarecimiento que reivindique a Madrazo como precursor y mártir de la democracia mexicana.