Después del triunfo de la revolución cubana en 1959, el deporte dejó de ser una actividad profesional en la isla y su desarrollo estuvo concentrado en el campo amateur y olímpico. En 60 años sin boxeo de paga, el triple campeón olímpico Teófilo Stevenson fue el símbolo de la integridad del deporte amateur al rechazar las ofertas millonarias para enfrentar a las estrellas de su época.
El lunes, sin embargo, el boxeo cubano anunció su regreso al profesionalismo. Una decisión que fue celebrada en la industria del boxeo internacional.
“Era de esperar esta noticia”, afirma Miguel Baro, entrenador nacido en La Habana, pero que desde hace dos décadas vive en México.
“Cuba ha perdido mucho talento a través de los años fuera del profesionalismo”, continúa Baro; “esta medida impedirá la fuga de ese talento”.
Porque no todos los atletas aspiran a migrar hacia la me-ca de la fortuna deportiva, Estados Unidos –sostiene Baro–, muchos preferirían poder participar en el profesionalismo y mantener los lazos con su país.
“Si les das a elegir, estoy seguro que muchos prefieren este permiso y poder volver con su familia y con la gente de su barrio a compartir el éxito”, asegura.
No será sencillo –advierte–, ante todo porque la tentación del poder económico deslumbra. Por eso considera que un deportista debe poseer un fuerte compromiso con su país para manejar con inteligencia estos nuevos escenarios.
“Será cosa de adaptarse”, confía; “incluso hasta en el tema de los estilos, por ejemplo, cuando los cubanos llegan a México enfrentan un boxeo fajador, que no da un paso atrás; mientras ellos son más técnicos, se desplazan y defienden, a veces los acusan de correr mucho, pero tendrán que aprender a dar espectáculo y no sólo a competir”.
La escuela cubana de pugilismo tiene muchos retos con este nuevo panorama –plantea Baro–, además de tener que adaptarse a una industria ya muy desarrollada, aprender que no sólo hay que ganar, como en los Olímpicos, sino también gustar, “no sólo el deporte, sino también dar espectáculo”.