Don Miguel Concha, respetado y reconocido luchador por los derechos humanos, aborda en estas páginas (26/3/22) “el derecho a una alimentación adecuada” con su habitual tino y recordándonos que quien esto escribe participó en las mesas de consulta para la redacción de la Ley General del Derecho a la Alimentación, reconocido en el artículo cuarto constitucional, que fueron convocadas por la diputada Gloria Bautista Cuevas en la 62 Legislatura.
Nos reunimos al menos ocho veces personas de distintas experiencias, como funcionarias de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) o Francisco López Bárcenas (FLB), entre otros. Conservo un borrador terminado de la redacción de la ley, y me pregunto por qué la tan esperada 64 Legislatura (2018-2021) no abordó y sacó adelante un tema tan emblemático para la 4T.
Es cierto que las autoridades concernidas por la producción de alimentos sustentan un pensamiento neoliberal, pero, y aun si la redacción final de la susodicha ley general no fue justa con el espíritu que nos guiaba a la mayoría (como la oposición de FLB a introducir un léxico apropiado para una única interpretación posible: la gramatical, sin resquicios para los leguleyos), la última legislatura no debió congelar un esfuerzo útil para la 4T, dejando en suspenso un medio para afrontar la crisis alimentaria que, si era latente, hoy se está instalando en nuestro país y amenaza no sólo con atrasar proyectos importantes del gobierno, sino paralizar el espíritu de la 4T y sus realizaciones posibles, porque el hambre de los que ya de por sí no llenaban sus estómagos ni los de sus hijos obnubila la fe, la confianza, la simpatía, la esperanza..., a pesar del “quién es quién” en los precios de las canastas de consumo básicas.
Cuando hay hambre sostenida deja de tenerse cualquier interés informativo para dar paso a las rebeliones que cada cierto tiempo sacuden al mundo…
Porque la soberanía alimentaria pasa primero por la autosuficiencia de alimentos entre quienes los generan, ¡basta de dar dinero para que compren comestibles en vez de producir alimentos! Este es el verdadero y gran reto de la segunda mitad del sexenio, pues con la política agraria que lleva, iremos viendo cómo se degrada el apoyo al líder hasta que estemos en un país ingobernable y azuzado por el conservadurismo.
Alistar un “plan para fortalecer la economía popular” ( La Jornada, 30/3/22) sin tomarnos en cuenta a cientos de personas que trabajamos el tema desde hace décadas sería un desperdicio de creatividad, disponibilidad, conocimiento y compromiso. El buen gobernante conoce sus huestes y dispone de ellas con estrategias a plazo; si AMLO ha demostrado que lo es en varios aspectos políticos, le falta escucha para enriquecer su proyecto de nación, pues en el tema que nos importa estamos personas mayores con experiencia y disponibilidad: agrónomos; edafólogos; expertos en sistemas de recuperación y reciclaje de aguas negras; biólogos capaces de indicar cómo el sargazo no es una plaga, sino un abono orgánico; antropólogos de la alimentación, y muchos más que no buscamos empleos, sino ver que se cumplan los derechos humanos vitales en nuestro país… antes de irnos.
Al Presidente no le falta sino convocarnos para enriquecer su política contra el hambre, es decir, contra la deficiencia en el cumplimiento del primer derecho humano (que no el cuarto), porque el primer derecho humano es el derecho a la vida.