En 1965, a los 23 años de edad, un jovencísimo becario del Centro Mexicano de Escritores, Jorge Ayala Blanco, establecía los cimientos de su más importante serie ensayística con La aventura del cine mexicano (Editorial ERA, 1968), en una época en la que nadie hablaba aún de géneros cinematográficos ni existía el término Época de Oro del Cine Mexicano, pues fueron conceptos posteriores a su publicación, lo que a la vista de los años transcurridos resulta sorprendente.
Además, la recopilación ensayística no arranca con la instalación del kinetoscopio de Edison, en 1895, o el arribo del cinematógrafo Lumiere a nuestro país, en 1896, a fines del siglo XIX, sino que comienza analizando la que se consideraba la primera película con sonido sincrónico de la industria nacional: Santa, (1931), de Antonio Moreno –si bien hay una anterior, de Raphael J. Sevilla, Más fuerte que el deber–, que abre el capítulo de La prostituta con una frase deliciosa: “Destapemos la cloaca del cine mexicano”.
“¿Por qué empezar ahí? ¡Porque no se podía ver el otro cine, el anterior, sólo existía una película y estaba totalmente desecha, que era El automóvil gris (1919, de Enrique Rosas). Todavía hoy no se ven más que un puñado de cinco o seis películas mudas. Toda la producción silente prácticamente está perdida, lo único que fue rescatado son los cortometrajes y fragmentos recopilatorios de los cineastas que hicieron la crónica de la Revolución Mexicana: los hermanos Alva, Jesús H. Abitia y Salvador Toscano con sus Memorias de un mexicano, que era del año 50”, explica el profesor decano de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC) de la UNAM.
Siendo entonces el crítico más joven de la asociación Periodistas Cinematográficos de México (Pecime), escuchaba a sus colegas más viejos desear que así como podían tener en su librero El Quijote, pudieran coleccionar los grandes clásicos del cine y poderlos ver sólo con sacarlos.
“De hecho, no se podía estudiar el cine mexicano, la sola idea era demencial. Era algo que iba más allá de la utopía, lo imposible y ahora cualquiera simplemente se conecta en línea y consigue la película que quiera, de cualquier cineasta y de cualquier país. Era imposible en aquella época, había que ir a ver las películas a las salas populares, tenías que cazarlas, comprar El Fígaro para conocer la cartelera de las 150 salas de cine que había en la Ciudad de México. Pude escribir ese primer libro gracias a los cines de piojito, a las salas de barrio donde pasaban tres películas por un peso y a veces hasta por menos, porque en los cineclubes no existía interés en el cine mexicano, eran para el restreno de los monumentos fílmicos”, rememora.
El pasado 25 de enero, el historiador y ensayista alcanzó los 80 años de vida, por lo que este domingo al mediodía recibirá un homenaje en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en que se le reconocerán 59 años dedicado a la escritura y 58 impartiendo materias de análisis cinematográfico, con 43 libros publicados y un par más en proceso.
La pandémica querencia
La celebración servirá, además, para anunciar la publicación en este mes de abril de su libro más reciente, La querencia del cine mexicano, décimo octavo volumen de su conocido abecedario de la filmografía nacional en el que ofrece ensayos de 111 películas que justamente corresponden al confinamiento y la crisis sanitaria ocasionada por el virus SARS-CoV-2 en todo el mundo.
Si bien en los poco más de dos años de la pandemia de covid-19, el investigador y docente ha acudido al cine “a cuentagotas”, salvo aquellas películas que realmente no pueden llegar a ellas de otra manera, encontró en las videoconferencias, las plataformas la solución perfecta, además, claro de un pirata culto de cabecera, lo que le parece indispensable.
“Me adapté de una manera veloz, muy, muy rápida, a dar clases por Zoom. Ha sido una especie de liberación porque pierdo menos tiempo en el transporte, pues el verdadero trabajo es atravesar la ciudad de ida y vuelta. En la plataforma simplemente te conectas e impartes la clase, claro, es un poco más cansado tanto para el que la da como para el que la recibe. Tener la mirada fija en la pantallita es terrible”, explica.
El resto del tiempo lo dedicó a alimentar sus libros: “Prácticamente, La querencia del cine mexicano corresponde al primer año de las películas mexicanas estrenadas en pandemia por cualquier vía. Casi diría que fue un libro que escribí en ocho meses durante el terrible 2020 –el tomo anterior fue la potencia y no la pandemia porque corresponde a 2019–, y ya entregué el de la R, que son 100 películas mexicanas del año 2021 y ahora, con los estrenos de este año y rezagos del anterior, ya tengo 25 capítulos de la S, la cuarta parte pues cuando tenga 100 caerá la guillotina”, finaliza el escritor.