Bajo la inmensa techumbre del cielo, antes de hablar del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), el general Gustavo Vallejo advierte con voz presurosa: “Nosotros ya estamos empacando para irnos al sureste al Tren Maya y a levantar otro aeropuerto con la experiencia que ya adquirimos”.
–¡Pero si éste acaba de inaugurarse! –exclamo.
Creí que la entrevista sería en un despacho, pero el general Vallejo mandó poner dos sillones sobre un inmenso tapete de mármol que brilla más que los rayos del sol. En lo alto, a través de una bóveda transparente, el cielo azul nos recubre también inmenso. Estoy en una jaula de vidrio. “Tiene 12 metros de alto y 18 en la parte alta, un gran volumen de aire. Tenemos un kilómetro y 100 metros de andadores, pero no se preocupe, no se va a cansar, contamos con aceras móviles. Tenemos equipos de refrigeración y, mire, en el sistema de fachada tenemos doble cristal térmico con un colchón de aire para protegernos de los rayos solares.
–¡Ay, mi general!
Frente a nosotros se forma un inamovible círculo de curiosos, escuchan las respuestas del general y no sé si soy parte del mobiliario o un ser humano. Nunca ha sido tan pública una entrevista, nunca tantos reflectores, tantos curiosos.
A través de la bóveda, del cielo desciende el juicio de la corte celestial y tras los vidrios rugen las críticas que he escuchado y leído y ahora ya no oigo las de mi Ángel de la Guarda. Lo único factible es escuchar al general Vallejo, quien explica: “Estamos en la zona de acceso de la cancillería. Ésta es la entrada para el resto de la población, ésta es la zona de salidas, aquí puede documentar, por allá entran los pasajeros. Aquí hay una zona de baños, mire qué bonitos. Ésa es la salida de vuelos domésticos y del otro lado está la salida de vuelos internacionales.
Sin tendencia política
“Vea la altura, los espacios, la tecnología de última generación. Es una zona muy espléndida. Ésta es una entrada para empleados y mire bien la de los invitados especiales. Los diplomáticos pueden entrar por aquí o por abajo sin que nadie los vea… Tenemos cuartos de espera, sanitarios… Aquí se llega a la sala de entrada general. Mire, las futuras tiendas comerciales rememoran los pueblos mágicos de nuestro México. Fíjese, los colores son neutrales para no marcar ninguna tendencia política.
“Tenemos 26 mil metros cuadrados para más de 200 locales comerciales que van a ir creciendo a la par de la demanda de los pasajeros…
“Estas personas que usted ve allá esperando son pasajeros que ya documentaron y van a sus salas de abordar. Las salas de vuelos domésticos están atrás. Viene una muy buena época, la de Semana Santa, que permitirá abrir nuevos vuelos, nuevas rutas que traerán más pasajeros que generarán más locales comerciales, eso permitirá mayor actividad.
“Pasando los filtros de seguridad, se considera que están en una zona estéril, ya están listos para abordar. Tenemos 14 líneas de revisión de equipaje con última tecnología… (No puedo respirar, el general Vallejo habla sin detenerse siquiera para tomar aliento). Consultamos y preguntamos cuál es elemento icónico nacional que más identifica a los mexicanos; yo pensaba que era el Ángel de la Independencia, y no: es el calendario solar azteca.
“Tenemos renovadores de aire”, continúa el general muy satisfecho. “Tomamos el aire frío, lo reciclamos, lo filtramos y lo volvemos a meter, hasta en eso trabajamos también. Hemos hecho mucha ingeniería. Tenemos un equipo de 98 ingenieros militares, alrededor de 175 efectivos militares de apoyo y llegamos a tener 40 mil trabajadores civiles. Han pasado por la obra 162 mil trabajadores civiles, 22 mil mujeres.
De todas las edades
“Hemos tenido de todas las edades, hemos ingresado al mercado laboral a jóvenes ingenieros, arquitectos, topógrafos, administrativos que se incorporan por primera vez, saliendo de las universidades, y tenemos mucha gente mayor de 60 y 65 años trabajando. Muchos conductores, sobre todo; son personas mayores y qué bueno, una persona mayor a cargo de una maquinaria o de un vehículo pesado es mucho más estable y consciente de la responsabilidad que lleva.”
–General Vallejo, permítame interrumpirlo. Leí en su currículum que usted vivió un tiempo en Francia. ¿Allá estuvo contento?
–Bastante. Mis hijas ingresaron a las escuelas públicas a la clase de bienvenida de los extranjeros, y cuando regresaron a México se sentían raras. Se fueron de 10 y 12 años. Disfrutamos París como no se imagina, lo caminamos durante dos años y yo, personalmente, estuve en todos los museos, porque me gusta la historia y recorrí toda Francia: Normandía, fuimos hacia el límite con Alemania e Italia, visité castillos, qué experiencia tan bonita, fui a Marsella, a Carcassone… Lo que más me gustaba de París, y es muy difícil en México, es que mis hijas caminaban mucho solas; a los 14 o 15 años caminaban libres con sus amigas, se subían al Metro y así les sucedió en cualquier parte de Francia. Hablan muy bien francés, tienen muchísima mejor pronunciación, más natural que yo. Vivimos en el Seziéme Arrondissement.
–También nací allá, general, en la rue Berton, que descendía al Sena.
–Yo viví en la rue de Passy, cerca del trocadero, durante dos años. Desde que llegué de Francia sólo ha habido trabajo, trabajo y más trabajo, porque hay mucho que hacer por el país.
–¿Qué haría usted si no trabajara como lo hace?
–Hoy le decía a mi equipo de ingenieros militares que después de esta misión de casi tres años, siento raro y me pregunto: ‘¿Ahora qué sigue?’ Qué bueno que hay tren, y cuando se acabe el tren, ojalá nos toque un fuerte industrial y más obras públicas. Mi equipo está muy trabajado; nadie ha salido de vacaciones y pasamos el día completo aquí, 24 horas. Les digo: ‘¿Qué tal si tuviéramos que hacer una fortificación defensiva en el puerto de Veracruz o en las costas de Guerrero para protegernos de una invasión?’ No, ¿verdad? ¡Qué mejor que ésta sea nuestra guerra técnica y estemos creando una infraestructura de progreso para el país! Eso nos tiene muy contentos, muy cansados, muy preocupados, pero muy contentos.
–¿Siente usted, general Vallejo, que la gente quiere al Ejército por lo que está haciendo?
–Sí, claro. Primero, los soldados mexicanos somos parte de la sociedad, no somos otra cosa; trabajamos en pro de la gente, hacemos obra de infraestructura estratégica para el desarrollo del país. Un país sin comunicaciones tiene muchos problemas de crecimiento. Esta infraestructura hoy provoca algo de encono, pero va a pasar, porque abarca las próximas cinco, seis, siete, 10 administraciones, y seguirá conectando a los mexicanos con el mundo y con más mexicanos.
El tiempo, un reto
“El primer reto es definitivamente el tiempo; en ninguna parte del mundo se ha construido un aeropuerto de estas dimensiones en tan pocos años. El aeropuerto no es una terminal, es un campo aéreo con tres pistas; dos de ellas tienen el mejor equipo de instrumentación, ayudas a la navegación para realizar operaciones de precisión, con baja visibilidad; tenemos una enorme infraestructura de servicios; combustibles, iluminación, drenajes.
“Sobre estas pistas está sembrada esta terminal de pasajeros con una terminal de carga, una de helicópteros, una de aviación ejecutiva. Todo eso lo logramos en dos años y medio; fue un reto formidable. Nuestros asesores extranjeros me comentaban: ‘Ni con ese presupuesto ni con ese tiempo, general, van a salir. En otra parte del mundo solamente alcanzan a construir una sola pista o quizá la amplían, pero ustedes no van a salir’. Demostramos lo contrario.
“El mayor reto fue el tiempo. Por eso, desde el primer día, tuvimos que trabajar las 24 horas. El equipo de trabajo no conoció un solo fin de semana de descanso, ya ni hablar de vacaciones; la nuestra fue una comisión total de entrega y de servicio, Ni un día feriado ni un día de descanso, tres turnos de trabajadores; lo normal es que un servidor o cualquiera de mi equipo trabajara 18 horas diarias, de lunes a lunes, todos los días. No hubo semanas santas ni 1º de mayo ni 25 de diciembre ni 1º de enero.
“Hubo más retos. Resolvimos problemas trabajando codo a codo y de manera coordinada con el espacio aéreo, con asesores de distintos aeropuertos y fuimos desarrollando las ingenierías necesarias. Sí es cierto que tuvimos muchas afectaciones con gran cantidad de amparos y enorme cantidad de peticiones de información que generaron trámites administrativos que nos tomaron más tiempo que el propio trabajo de construcción.
“Esta base ya era de 2 mil 333 hectáreas. Si buscamos un comparativo, pues imagínese que el aeropuerto actual de la Ciudad de México sólo tiene 711 hectáreas, el Benito Juárez cabría tres veces en el Felipe Ángeles. Tomamos muchas parcelas, áreas de siembra, algunas de riego y otras de temporal, a sabiendas de que el aeropuerto podía crecer. El Presidente autorizó la adquisición de alrededor de mil 410 hectáreas adicionales, y con ello llegamos a 3 mil 800 hectáreas.
–¿Cree que con el tiempo van a tener acceso a viajar en avión los menos afortunados?
–La visión era dotar a los mexicanos de una infraestructura aeroportuaria construida con bajo costo, calidad, eficiencia, alejada de actos de corrupción. Se hizo sin deuda pública, con el presupuesto de egresos de la Federación. ¿Qué tenemos? Un aeropuerto bien equipado y que requerirá, por su estructura, bajo mantenimiento. A eso, súmele usted que se redujeron las tarifas de uso del aeropuerto, la TUA, a casi 50 por ciento de lo que está en la Ciudad de México.
–¿El Presidente se ha apoyado antes tanto en el Ejército?
–Pues sí, pero ¿sabe qué?, el actual nos ha dado una gran misión: la de construir un aeropuerto de clase mundial, gigantesco, del que usted sólo ha visto 10 por ciento, la terminal. Le faltan las pistas, plataformas, campos aéreos, campos de carga, estacionamientos, plantas de generación de energía limpia, vialidades, torres de control, granjas de combustible, etcétera.
Gran apoyo
“También quiero enfatizar que no estuvimos solos. Nuestra orden vino acompañada por un gran apoyo del alto mando del Ejército y la Fuerza Aérea Mexicana, el general Luis Cresencio Sandoval, nuestro secretario nacional, quien dio la orden: ‘Denle los mejores ingenieros militares, el mejor equipo que tenemos, el mayor apoyo tecnológico para que cumpla la misión’. Creamos una infraestructura, un agrupamiento de casi 100 ingenieros militares. ¡Nunca se habían juntado tantos! Recurrimos a tropas de apoyo, a lo mejor de nuestra maquinaria, y dedicamos las 24 horas del día para levantar al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Tuvimos el acompañamiento de organismos públicos y privados, asesores nacionales y extranjeros. Una gran cantidad de expertos nos acompañaron en un ambiente colaborativo y eso nos permitió hacer lo que ahora usted ve y es lo mejor del país.
“El Presidente nos dio todo el apoyo de medios y recursos. Nos dejó plena capacidad. Nuestras órdenes fueron hacer un aeropuerto con lo mejor de la tecnología, funcional, a la altura de lo que requiere México. El aeropuerto nace como el primero del país debidamente concebido y planeado para un futuro crecimiento, para operar de una manera escalable y para atender el tráfico ascendente del valle de México.”