Lejos de los campos de flores, de donde huyen de los agroquímicos, hay un oasis para las abejas en Bogotá. A pesar de su prohibición en las ciudades, los apiarios se consolidan dentro de las universidades como una alternativa para su conservación.
Profesores y estudiantes se trazaron la meta de proteger a estos insectos polinizadores amenazados por el cambio climático, los agroquímicos, las plagas y la agricultura intensiva.
El apiario en la Universidad del Rosario sirvió como laboratorio para el desarrollo de un suplemento alimenticio que protege a las abejas de los pesticidas. El de la Universidad Ean es un refugio sostenible para estos animales. Sus colmenas rodeadas de vegetación contrastan con el paisaje urbano y el trajín de la capital colombiana, de 8 millones de habitantes.
En ambos centros de estudios se conserva la especie Apis mellifera, una de las más de 20 mil que existen, pero es un símbolo y “un llamado a abrir la discusión sobre la protección”, dice el doctor en biología André Riveros, profesor de la Universidad del Rosario.
Cerca de 90 por ciento de las plantas silvestres y 75 por ciento de las cosechas mundiales dependen de la polinización, pero 40 por ciento de las abejas y mariposas están en riesgo de extinción, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Entre finales de 2020 y comienzos de 2021 se recabaron denuncias de varios apicultores que perdieron cientos de colmenas por envenenamiento con el pesticida fipronil, principalmente en zonas rurales del oeste de Colombia.
Según expertos consultados, también se encuentran apiarios clandestinos en terrazas de apartamentos o patios. Sus propietarios extraen y venden diversos productos como miel, polen o cera. El cuerpo de bomberos de Bogotá atiende unas ocho emergencias diarias relacionadas con abejas.
“Las personas asocian de manera positiva a las abejas con la miel y de manera negativa a las abejas con el picotazo. Nuestra misión es educar”, advierte Riveros.
Entre talleres de vehículos, comercios y restaurantes de un barrio popular del este de Bogotá está el apiario de la Universidad del Rosario. Es una estructura en bambú de unos seis metros de alto, cercada por árboles y rodeada por flores.
Riveros desarrolló, a partir de las colmenas, una bebida que mitiga el impacto de los pesticidas. Cuando una abeja es envenenada sufre una pérdida de la memoria y la coordinación motora, una suerte de Parkinson y Alzheimer, explica.
“Lo que buscamos es, a través de la nutrición, ofrecer una solución justamente para el problema de desaparición de las abejas, buscamos blindar las abejas.”
Afp