Islas Marías, Nay. En 1905, en el Pacífico mexicano, el Archipiélago de las Islas Marías -específicamente la isla María Madre- se convirtió en prisión por decisión de Porfirio Díaz Mori. Las instalaciones penitenciarias albergaron hasta marzo de 2019 a 653 personas.
En sus inicios se utilizó para castigar lo mismo a criminales que a disidentes del régimen. Sin embargo, al paso de los años se convirtió en una prisión modelo, donde internos ya sentenciados se readaptaban y reinsertaban socialmente a través del trabajo comunitario y la capacitación para el empleo.
Sin perder su calidad de reclusos, los internos que mejor se portaban podían vivir con sus familias en la isla, enviar a sus hijos desde el kínder hasta secundaria; algunos llegaron a tener pequeños negocios de reparación de bicicletas o tiendas en donde las familias de los presos podían adquirir algunos alimentos.
La condición era la buena conducta y trabajar. Así, entre 2001 y 2004 habitaban más de 5 mil personas.
Los internos vivían en un sistema de semilibertad, con acceso a programas de educación hasta nivel preparatoria e inglés, así como cursos de capacitación laboral en áreas de producción acuícola, camaronera y de ganado bovino.
Algunos de los que concluyeron sus sentencias y lograron capacitarse en algún área productiva fueron contratados por empresas que prestaban sus servicios en la isla.
Esta isla que fue prisión y desde marzo de 2019 se convirtió por decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador en una Reserva de la Biósfera (RBIM), fue el sitio que inspiró -al haber sido uno de los presos políticos que aquí fueron enviados— al catedrático y poeta José Revueltas a escribir la novela Los Muros de Agua.
Revueltas permaneció en este sitio de 1932 a 1934. Le tocó conocer el funcionamiento de la empresa salonera que desde 1905 y hasta 1986 funcionó aquí.
En 2010, durante una visita que organizó la entonces Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal, los vigilantes y viejos reos señalaron: “muchos de los que trabajaron allí perdieron la vida o la vista. La sal les producía llagas en manos, brazos, pies y piernas, muchos perdían sus miembros por amputación”.
Los reclusos debían cargar la sal en costales de yute en los hombros, la espalda o los brazos y llevarla desde la playa donde estaban las fosas que captaban agua de mar durante la noche y durante el día solo quedaba la sal solidificada y que debía llevarse hasta donde estaban las máquinas conocidas como “tronadoras”, dónde se depuraba la sal.
En esa procesadora existía un acceso que tenía vista hacia el mar, los internos la conocían como “La Puerta de La Libertad”.
En 2010, durante el gobierno de Felipe Calderón, cuando Genaro García Luna dirigía la SSP, se construyeron módulos de súper máxima seguridad en el llamado Campamento Toro. Allí se pretendía trasladar a los internos más peligrosos del país. Se trataba de un complejo donde los reclusos no podrían tener contacto con los custodios, los alimentos se les pasarían por una rendija, allí, en su estancia de dos por dos, se asearían y solo tendrían derecho a una hora de patio, sin comunicación con otros reclusos.
A poco más de dos años de que el archipiélago de Las Islas Marías dejara de ser un complejo penitenciario, y el gobierno federal lo ha transformado en una reserva de la biósfera.