La pieza colectiva Hasta que los cantos broten representará a México en la Bienal de Venecia con una denuncia del bulto mortuorio que nos devora, con un espíritu que busca no reproducir la gramática de la violencia y en cambio crear paisajes de ensoñación. El proyecto abraza a nuestros muertos “porque se ha vuelto un proceso constante”, al tiempo que “celebra la vida, reclama maneras de estar juntos a pesar del despojo y la devastación, busca maneras de seguir cantando desde las ruinas”, expresó la artista Naomi Rincón Gallardo.
Un colapsado calendario mesoamericano en forma de serpiente, 43 vestidos de niñas en clara referencia a los estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en Guerrero, tejidos de mujeres chamulas de los Altos de Chiapas y una producción audiovisual que refleja las creaciones de inframundos con figuras ponzoñosas para trenzar sus diferencias integran la propuesta que se presentará en Italia a partir del 23 abril.
El título fue tomado de los versos del guerrero poeta Temilotzin para evocar la posibilidad de imaginar futuros fuera de los paradigmas de progreso de la modernidad, heredados de la colonización que ha generado tensiones con todos los Méxicos que son posibles.
El trabajo de los artistas Mariana Castillo, Naomi Rincón, Fernando Palma y Santiago Borja, con concepto curatorial de Catalina Lozano y Mauricio Marcin, fue seleccionado para representar al pabellón nacional, quienes coinciden en epistemologías que están fuera del pensamiento hegemónico.
Los cuatro artistas y los dos curadores participaron en una conferencia para conversar sobre su trabajo en uno de los escaparates más importantes del arte en el mundo, conversación realizada mientras se trabaja en el montaje de la exhibición colectiva en el Arsenal, antigua base naval de la ciudad-Estado de Venecia.
Marcin destacó que este proyecto conjunto piensa en oposiciones a las manifestaciones que produce el capitalismo; también es un homenaje al intelectual Gustavo Esteva, fallecido recientemente, quien era cercano a esta obra artística y trabajaba en un texto para el catálogo.
La edición 59 de la exhibición en esta ciudad acanalada se retrasó un año, a consecuencia de la pandemia de covid-19. Mariana Munguía, coordinadora de Artes Visuales del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), señaló que este encuentro, de los más antiguos y que se alterna con la Bienal de Arquitectura, se basa en tres pilares: las exposiciones de pabellones nacionales; la exhibición central, organizada por un curador (que en esta edición es Cecilia Alemani), y los eventos colaterales.
Aunque no se detalló el costo del pabellón de nuestro país, se informó que anteriormente tuvo un presupuesto de 12 millones de pesos, por lo que se hicieron ajustes de acuerdo con el modelo de gestión de austeridad. Desde 2007, México participa de manera consecutiva con un área oficial, “representa la posibilidad de volver a entablar un diálogo internacional a través del arte significativo después de dos años en los que el mundo tuvo que cerrar espacios”.
Apuntó que la muestra central, La leche de los sueños, rinde homenaje a la pintora surrealista Leonora Carrington, ya que se basa en sus escritos del periodo que vivió en México, piensa en las metamorfosis del cuerpo y trata de hacer cuestionamientos sobre la humanidad, que parecen captar este momento de la historia en el que la supervivencia de la especie se ve amenazada, pero también busca resumir dudas que impregnan las ciencias, las artes y los mitos de nuestro tiempo.
A ras del suelo, un piso de madera grabado con imágenes de un calendario mesoamericano que perdió el sentido y cae en un torbellino infinito acoge la pieza Hasta que los cantos broten en todo el pabellón, describió Mariana Castillo. Mientras en lo alto, 43 vestiditos de niñas se mueven suspendidos gracias a un mecanismo mecatrónico con un carácter fantasmagórico y dinámico, en la aportación de Fernando Palma, quien denunció el ecocidio en Milpa Alta, de donde es originario, al tiempo que hizo una defensa de la lengua náhuatl.
El video realizado por Naomi Rincón Gallardo se proyectará en un estructura oscurecida; trata sobre un bulto mortuorio y voces silenciadas violentamente. Una selección de 23 tejidos en telares de cintura retoman la imagen del genoma humano, en el que mujeres incorporaron elementos cotidianos atrapados en una especie de red simbólica.
Un tiempo convulso y difícil, en el que se vive el último coletazo de una pandemia y ante una situación de guerra en Europa, es el contexto excepcional en el que se realiza esta bienal.